1 de enero de 2025

Autillo y los herejes de Valladolid de 1559

 AUTILLO Y LOS HEREJES DE VALLADOLID DE 1559 

 

Por Marcial de Castro Sánchez 

 

 

RESUMEN 

 

Tres personas de las que fueron condenadas en los dos famosos autos de fe de Valladolid de 1559 están relacionadas directamente con Autillo de Campos. De estas tres, dos murieron a garrote y sus cuerpos quemados en la hoguera, y otra condenada a perpetuidad. Los protagonistas  de este trabajo son dos monjas hijas del señor de Autillo, y uno de los hermanos de la famosa familia Cazalla-Pérez de Vivero que se había refugiado en este pueblo para esconderse de la Inquisición. 

 

Se ha publicado mucho sobre estos autos de fe de 1559, pero muy poco sobre estas dos monjas autillanas, Francisca de Zúñiga y Catalina de Reinoso1. Según nuestro punto de vista, ambas monjas autillanas, por sus lazos familiares con los Cazalla-Pérez de Vivero, fueron las auténticas receptoras de las ideas luteranas que entraron en el convento de Belén de Valladolid, y su papel en toda esta historia fue significativamente más importante que el de la priora del convento. 

 

El retablo de Nuestra Señora del Castillo en Autillo de Campos podía estar relacionado con los trágicos sucesos de Valladolid, y ser un recuerdo olvidado, encriptado y mudo de esta tragedia. 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN 

Si nos paseamos por el Centro Histórico de Valladolid, veremos que en muchas calles hay unas discretas placas de bronce verdoso, con poco contraste y no muy cómodas de leer, que hacen alusión al último libro que escribió en vida el gran vallisoletano Miguel Delibes: El hereje (1998), galardonado con el premio nacional de Narrativa al año siguiente. 

0 Imagen, Imagen 

Foto: Rafa Pérez  (National Geographic, edición digital en Internet, Viajes, 9-5-2025) 

Esta novela de trasfondo histórico basado en sucesos muy reales, le supuso al escritor un enorme esfuerzo adicional de recopilación de datos históricos de una complejísima trama, totalmente policiaca, donde están involucrados más de medio centenar de condenados. Es de un enorme mérito literario contar y novelar esta trama, y más si los sucesos transcurrieron en 1559. En El hereje, Miguel Delibes habla cuatro veces en total de la joven monja autillana de 21 años, Catalina de Reinoso, pero la confunde históricamente con la ya achacosa priora del convento doña Marina de Guevara, de 42 años. De hecho dice por confusión que Catalina era la priora del convento. 

El caso es que se ha escrito mucho, y por autores muy reconocidos2, sobre las circunstancias históricas y teológicas de estos dos autos de fe de Valladolid de mayo y octubre de 1559. Pero hay escasísimas referencias a nuestras dos monjas autillanas, y la mitad de ellas contienen errores o se ha interpretado mal, o incluso al revés, algún párrafo original que habla de alguna de ellas.  

En realidad tampoco sabemos el lugar exacto de su nacimiento, ya que su padre vivió en Autillo y en Valladolid por aquellos años. Su hijo Francisco, hermano de las monjas, sí que tenemos la certeza de que nació en Autillo en 1534. Su hermana Francisca de Zúñiga debió nacer hacia 1536, y Catalina de Reinoso hacia 1538. Su madre doña Juana de Baeza murió en 1541, cuando ambas debían tener 3 y 5 años respectivamente. 

En 1546 su padre, don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo, en ese año residía en Valladolid, pero iba y venía a Autillo con frecuencia. Sabemos que el 26-7-1546 dio un poder ante el escribano de Autillo para vender un censo de 5 ducados y 2 gallinas que le correspondían a su hija doña Catalina de Reinoso como herencia de su madre3. Esa cantidad provenía de las rentas de unos inmuebles que había heredado de su abuela doña Leonor de las Casas, presunta judeoconversa, cerca del monasterio de Santiago en Valladolid, en su misma acera, linde de la calle de San Benito. 

La partición de la herencia de la madre de las monjas se produjo el 20-1-1543, ante el escribano Simón de Cabezón. Se entiende que a la muerte de su madre, don Jerónimo acordó la entrada de su hija Catalina en el convento de Nuestra Señora de Belén en Valladolid. Para pagar la dote de entrada de su hija, vendió el censo de 5 ducados y 2 gallinas al prior de San Agustín de Valladolid. La elección del lugar no fue casual, ya que como veremos a continuación, sus padres don Pedro de Reinoso e Inés Bernal de Valdivieso Tovar Mendoza y de la Vega, habían hecho una donación para la fundación de este convento en 1509 

El 27-10-1553, cuando Francisca y Catalina tenían unos 17 y 15 años respectivamente, su padre vendió la renta de un censo que había comprado su suegra doña Leonor de las Casas al concejo de Autillo en 1528, consistente en 6 cargas de trigo anuales, por valor de 42.000 maravedíes. Con ese dinero se ayudó a que sus hijas tomasen el velo en el convento de Belén, y ambas hermanas a cambio renunciaron a su legítima a favor de su hermano don Pedro, o quien sucediese en el mayorazgo de Autillo. 

El 17-1-1554 ante el escribano de Autillo, se valoró el gasto de vestuario y velo de ambas religiosas en 364.000 maravedís (10.706 reales, equivalentes a la elevada cantidad de 486 ducados cada una), que se dedujeron de todos los bienes que habían heredado de su madre y abuela. 

Al ingresar estas dos monjas tan jóvenes en el convento, que Catalina muriese tan temprano, y que la otra permaneció recluida en su convento hasta su muerte, después además de haber sido condenada a silencio, es normal que casi no haya referencias documentales sobre ellas. 

 

0 Imagen, Imagen 

La flecha amarilla y el círculo rojo señalan la placa que recuerda a las monjas ajusticiadas del convento de Belén, hoy desaparecido, en la esquina del colegio de San José de Valladolid que hoy ocupa su antiguo solar 

 

0 Imagen, Imagen 

En la placa se puede leer: 

<<Marina de Guevara, Catalina de Reinoso, Margarita de Santisteban y María de Miranda. Siglo XVI. Religiosas ajusticiadas por herejía en el auto de fe de 1559. 

En este lugar se erigía en el siglo XVI el Monasterio de Nuestra Señora de Belén, de monjas bernardas (cistercienses), fundado en 1538 por María de Sandoval. Cuatro de sus religiosas –María de Guevara, Catalina de Reinoso, Margarita de Santisteban y María de Miranda- fueron juzgadas, condenadas y ajusticiadas en la hoguera, por herejía luterana, en el auto de fe que tuvo lugar en Valladolid en 1559 y cuyas circunstancias narrara Miguel Delibes en su novela El hereje>>. 

El convento de Belén, Historia y ubicación 

Asunción Esteban y Manuel González han hecho un interesante trabajo sobre la fundación y vicisitudes históricas del convento donde moraron las dos monjas autillanas. Ambos autores nos dan la pista para saber por qué ambas hermanas, las hijas de don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo, eligieron el convento de Belén para recluirlas en él. Según sus estudios4, en 1509 Pedro de Reinoso y su esposa Inés Bernal, abuelos de las dos monjas, y familiares cercanos de la primera abadesa del convento, Mayor Bernal, hacen una venta de un juro de heredad de 130.833 maravedís al recién fundado convento de Belén5, que le aportaría al convento una renta anual asegurada de 5.233 maravedís (476 reales). En esta época era muy común que los señores de la nobleza hiciesen fundaciones o donaciones a conventos donde después podían ingresar a sus hijos o descendientes. De esta forma se puede ver que se en los listados de los siglos XVI y XVII de monjas de este convento (pág. 369 y ss.) se repiten mucho los apellidos Bernal, Tovar, Guevara, Mendoza, Reinoso, muchos de ellos emparentados entre sí. Por eso es totalmente normal que en la documentación que vamos a ver, aparezcan muchas hermanas, primas o cuñadas como habitantes del convento. 

0 Imagen, Imagen 

Ilustración publicada por Asunción Esteban Recio y Manuel González López. Herejes Luteranas en Valladolid, fuego y olvido sobre el convento de Belén, año 2021, pág. 89.  

 

Antecedentes del proceso 

El 23-4-1558 saltó el escándalo en Valladolid, se había descubierto la existencia de un grupo de luteranos, muchos de ellos pertenecientes a la nobleza castellana, y otros con cercanos antepasados judeoconvesos. Rápidamente se procedió a su detención para ser interrogados por separado para desentrañar hasta la última persona que había tenido contacto con ellos6. Pronto se hizo evidente que en la cabeza de la trama estaban la mitad de los miembros de la familia Cazalla-Pérez de Vivero, cuya madre doña Leonor Pérez de Vivero, había tenido diez hijos. Esta doña Leonor era consuegra del señor de Autillo, el ya conocido don Jerónimo de Reinoso, de quien ya hablamos en nuestro anterior trabajo sobre las Ordenanzas Municipales de Autillo de 1521 y 1559. El segundo hijo de doña Leonor, Gonzalo Pérez de Vivero, se casó con la hija mayor del señor de Autillo, Inés de Reinoso. 

El mayor escándalo fue porque el primogénito de los hijos de doña Leonor, el doctor Gonzalo de Cazalla7, incluso había sido miembro de la corte de Carlos I, y su capellán. Al enterarse el emperador ordenó que se castigase con el mayor rigor a los implicados, fuere quien fuere. Carlos I no quería que se repitiese en Castilla las herejías luteranas que había visto en Alemania, y pidió la cabeza de los implicados. Se puede decir que la sentencia de muerte de casi la mitad de todos ellos ya estaba firmada desde ese primer día de las detenciones. 

Después de un año de interrogatorios, hubo un primer auto de fe público en Valladolid el 21 de mayo de 1559, y uno segundo el 8 de octubre de 1559. En el primero hubo un total de 30 condenados (13 quemados en persona, 1 en efigie8, y 16 penitenciados que, aunque severamente castigados salvaron su vida). En el segundo auto de fe fueron un total de 31 los condenados (14 quemados, 1 en efigie y 16 reconciliados o penitenciados). Por tanto, y siguiendo el relato de Juan Antonio Llorente, tenemos que el 44% de las sentencias acabaron en la hoguera. 

Los autos de fe se celebraron en la actual Plaza Mayor de Valladolid ante decenas de miles personas según las crónicas, y con presencia de la familia real y la más alta nobleza. En el segundo auto de octubre, el que condenó a las dos autillanas, estuvo en persona el rey de España Felipe II. 

Doña Leonor murió en la cárcel en 1558 por lo que sus huesos fueron desenterrados para quemarlos y ser purificados. La hoguera para quemar a los que fueron sentenciados a muerte se hizo justo a las afueras de la ciudad, en lo que durante mucho tiempo se llamó el Quemadero, y hoy es el  espacioso Campo Grande. 

Según Llorente, los restos mortales de doña Leonor fueron exhumados de su tumba en la iglesia de San Benito el Real, llevados al Campo Grande en ataúd, vestido el cadáver con un sambenito con llamas dibujadas en él, como símbolo de que su cuerpo ardería en el infierno, y precediéndolo la efigie de su persona. También se le puso una coroza (capirote) en su cabeza, símbolo infamante de los que habían sido castigados por la Inquisición. Su casa fue derribada con prohibición de edificar sobre su solar, y se puso una columna y una inscripción para recordar este hecho, hasta que un oficial francés ordenó retirarlas en 1809. Hoy en día se ha puesto una placa en la calle del doctor Cazalla que recuerda el lugar donde estuvo su casa. 

0 Imagen, Imagen 

Hoy hay una ruta donde una serie de placas sitúan los diversos pasajes de la novela de Delibes. Es más o menos lineal, pero han dejado de lado el convento de Belén, donde estuvieron las dos autillanas en la plaza de Santa Cruz. Hemos señalado un rectángulo rojo el lugar donde estuvo el convento y en una de las esquinas el lugar donde está la placa que recuerda a nuestra Catalina de Reinoso 

0 Imagen, Imagen 

Grabado alemán donde vemos numerados a diez condenados en el primer auto de mayo de 1559, que aparecerán luego citados en este trabajo. 1 Catalina de Ortega. 2 Cristóbal Padilla. 3 doña Leonor (consuegra del señor de Autillo). 4 Francisco de Vivero (refugiado en Autillo). 5 Constanza Pérez de Vivero. 6 Doctor Agustín Cazalla. 7 Mencía de Figueroa, vecina de Palencia. 8 Pedro Sarmiento, vecino de Palencia. 9 Luis de Rojas. 10 Ana Enríquez 

Según Llorente, hasta el auto de fe de Valladolid de 1559, ni en Francia ni en Alemania se había dado tanta importancia a este tipo de actuaciones de la Inquisición española. Les debió impresionar tanto que se puede decir que hubo un antes y un después. 

0 Imagen, Imagen 

Detalle del ataúd de doña Leonor (señalado con el 3) para llevarlo a quemar. Delante su hijo Francisco ( 4), cura de Hormigos, quien se refugió en Autillo de Campos y de ahí salió para entregarse a la Inquisición acompañado del señor de Autillo 

 

 

0 Imagen, Imagen 

Detalle del grabado donde representa a los quemados en el Campo Grande, y el ataúd con los restos de doña Leonor portado a hombros para quemarlos 

 

Listado de muertos y sancionados 

Auto de fe de 21-5-1559 

 

Nombre 

EDAD 

Circunstancias 

1 

Doc. Agustín Cazalla 

49 

Hijo mayor de Pedro cazalla, contador real, y Leonor Pérez de Vivero. Capellán de Carlos I, canónigo de Salamanca. De familia judeoconversa por todos los costados. 

2 

Francisco de Vivero 

36 

Cura de Hormigos. Hermano del doctor Cazalla. 

3 

Beatriz de Vivero 

40 

Hermana de los anteriores. 

4 

Alfonso Pérez 

 

Cura de Palencia, maestro de Teología. 

5 

Cristóbal de Ocampo 

 

Vecino de Zamora, caballero de San Juan, limosnero del gran prior de Castilla y León. 

6 

Cristóbal de Padilla 

 

Vecino de Zamora, preceptor de los hijos de los marqueses de Alcañices. 

7 

Antonio Herrezuelo 

45 

Licenciado en Derecho. Vecino de Toro. Fue el único que fue quemado vivo. Los otros se arrepintieron aparentemente, por lo que antes de ser quemados tuvieron una muerte más rápida a garrote. 

8 

Juan García  

32-33 

Platero de Valladolid. Natural de León de Aguilar (sic). Según la leyenda que circulaba por Valladolid, fue su mujer la que le denunció a la Inquisición, junto al resto de la familia Cazalla, y hasta fue premiada por ello con una renta anual. 

9 

Ldo. Pérez Herrera 

 

Juez de contrabandos en Logroño, hermano de Vicente Pérez de Herrera, aposentador del rey. 

10 

Gonzalo Baeza 

 

Portugués.  

11 

Catalina de Ortega 

 

Viuda del comendador Loaisa. Una de las primeras introductoras del luteranismo en el convento de Belén.  

12 

Catalina Román 

 

 

13 

Isabel de Estrada 

35 

Vecina de Pedrosa, muy cercana al cura Pedro de Cazalla. 

14 

Juana Blázquez 

 

Criada de la marquesa de Alcañices. 

 

PENITENCIADOS, CASTIGADOS PERO NO A MUERTE: 

 

15 

Pedro Sarmiento 

 

Pedro Sarmiento de Rojas era hijo de Juan de Rojas, I marqués de Poza, y su esposa María Gómez de Sarmiento (hija del conde de Salinas y Ribadeo y de María Ulloa, hija de los marqueses de Mota de Toro). Por tanto era tío de Ana Enríquez. Vecino de Palencia. Ayudó con dinero, ropa y caballo a la fuga de su hermano fray Domingo de Rojas. Cárcel perpetua. Pedro Sarmiento estuvo casado con Mencía de Figueroa, también condenada. 

16 

Luis de Rojas 

 

Hijo de Sancho de Rojas Sarmiento que fue hijo mayor del I marqués de Pozas, por tanto sobrino de Pedro de Rojas Sarmiento (ver árbol genealógico), e hijo de Francisca Enríquez de Almansa, hija del marqués de Alcañices e Isabel Ulloa de la Mota de Toro. Se le despojó de sus derechos a heredar el mayorazgo y título de marqués de Poza en beneficio de su hermano Sancho de Rojas Enríquez. Condenado a destierro de Valladolid, Palencia y Madrid. 

17 

Mencía de Figueroa 

30 

Mujer de Pedro de Sarmiento de Rojas, también condenado. Vecina de Palencia. Sambenito y cárcel perpetua. 

18 

Ana Enríquez Rojas 

24 

Hija de los marqueses de Alcañices (ver árbol genealógico), mujer de juan Alfonso de Fonseca Mejía, vecino de Toro y señor de Santa Eufemia. Gran latinista capaz de leer en ese idioma a Calvino y Constantino Ponce de la Fuente. Mujer de gran belleza física que impresionó a los presentes. Fue castigada de forma poco severa, a llevar un sambenito durante el auto de fe y reclusión en un monasterio. Pronto recobró la libertad y tuvo descendencia. Fue colaboradora de santa Teresa de Jesús en alguna de sus fundaciones y se carteó con ella. 

19 

María de Rojas 

40 

Monja en Santa Catalina, hermana de doña Elvira, la marquesa viuda de Alcañices (hija de los marqueses de Poza), tía de doña Ana Enríquez (ver árbol genealógico de los marqueses de Poza y Alcañices). 

20 

Juan Ulloa Pereira 

 

Comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, vecino de Toro. Hijo y hermano de los señores de la Mota de Toro / o del Marqués. Pariente de los marqueses de Alcañices. Tenía un brillantísimo expediente miliar, por lo que pidió al papa su rehabilitación en la Orden y encomienda, y le fue concedida por éste en 1565. 

21 

Juan Vivero Cazalla 

35 

Hermano de los Cazalla-Pérez de Vivero. Casado con Juana de Silva Ribera. Confiscación y cárcel perpetua. 

22 

Juana de Silva 

35- 

40 

Hija bastarda de don Juan de Ribera, marqués de Montemayor y de su esclava María Florín. Esposa de Juan Pérez de Vivero Cazalla. 

23 

Constanza de Vivero 

48 

Hermana de los hermanos Pérez de Vivero Cazalla, hija de doña Leonor Pérez de Vivero. Viuda de Hernando Ortiz, contador del rey, madre de 13 hijos. Cárcel perpetua y confiscación de bienes. No se le quitó el sambenito hasta el año 1568. 

24 

Leonor de Cisneros 

24 

Esposa del licenciado Antonio Herrezuelo. Vecina de Toro. Su esposo le dio un puntapié porque había solicitado clemencia y había traicionado la fe que le había enseñado durante 6 años. Quemada viva por luterana confesa reincidente el 26-9-1568, tras haber sido condenada y perdonada por lo del proceso de 1559. 

25 

Fca. de Zúñiga Baeza 

34 

Hija de Alonso de Baeza, contador del rey, y de Francisca de Zúñiga. Vecina de Valladolid, pariente de la monja homónima de Belén. Soltera/doncella. Había estado prometida a Gonzalo Pérez de Vivero en 1543, pero el doctor Cazalla puso objeciones por haber estado el padre de ésta sentenciado y preso por la Inquisición. Desde entonces ella no le ocultó su odio personal. La abuela del doctor Cazalla, Constanza Ortiz, también había sido perdonada y luego absuelta por ser judaizante. Tuvo como confesor al arzobispo Carranza y a fray Domingo de Rojas. 

26 

Marina de Saavedra 

 

Viuda de Juan Cisneros de Soto, hidalgo principal. Vecina de Zamora. Sambenito y cárcel perpetua. 

27 

Isabel Mínguez/Dguez. 

20 

Criada de doña Beatriz Pérez de Vivero Cazalla. Sambenito y cárcel perpetua. 

28 

Antón Mínguez 

42 

También aparece como Antón Domínguez. Vecino de Pedrosa, carpintero. Hermano de la anterior. Sambenito y cárcel perpetua. 

29 

Antón Wasor/Asel 

 

Inglés, o según otros borgoñón. Criado de don Luis de Rojas. Sambenito y convento durante un año. 

30 

Daniel de la Cuadra 

47 

Vecino de Pedrosa. Sambenito y cárcel perpetua. 

 

Asunción Esteban y Manuel González añaden a esta lista elaborada por José Antonio Llorente los siguientes nombres, algunos repetidos en su lista de octubre de 1559: 

31 

Ana de Mendoza 

 

Hija de Antonio de Mendoza e Inés Vázquez. 

32 

Isabel de Pedrosa 

 

Ama de don Pedro de Cazalla en Pedrosa. Sambenito y confiscación de bienes. 

33 

Catalina Becerra 

28 

Sambenito y confiscación de bienes. 

34 

Ana de Castro 

 

Vieja beata. Natural de Palacios de Meneses. Sambenito, confiscación de bienes y misa diaria. 

35 

Teresa de Oypa 

 

Casada con Antonio de Torres. Cárcel perpetua, sambenito y confiscación de bienes. 

36 

Leonor de Toro 

 

Viuda. Sambenito y misa por un año 

37 

Antón Rasán/Basán 

 

Natural de Gales. Tres años de monasterio y confiscación de bienes. 

 

 

Listado de muertos y sancionados 

Auto de fe del 8-10-1559 

 

NOMBRE 

EDAD 

Circunstancias 

CASTIGADOS A LA HOGUERA 

1 

Carlos de Seso 

44 

 

2 

Pedro de Cazalla 

34 

Cura de Pedrosa. 

3 

Domingo Sánchez 

 

Cura nacido en Villamediana (La Rioja). 

4 

Fray Domingo de Rojas 

36 

Dominico. Hijo del I marqués de Poza, señor de Valdespina. 

5 

Juan Sánchez 

33 

Criado de Pedro Cazalla y después de Catalina Ortega. 

6 

Eufrosina Ríos 

 

Clarisa exclaustrada. 

7 

Marina  Guevara 

42 

Priora del convento de Belén. Hija de los señores de Treceño (Cantabria). 

8 

Catalina  Reinoso 

21 

Monja de Belén. Hija de los señores de Autillo. Hermana de la también monja Francisca de Zúñiga. 

9 

Margarita Santisteban 

28 

Monja de Belén. 

10 

Pedro de Sotelo 

35 

Natural de Aldea del Palo (Zamora). 

11 

Francisco de Almarza 

 

Natural de Almarza (Soria). 

12 

María de Miranda 

22 

Monja de Belén. 

13 

Francisco Blanco 

 

Antiguo mahometano convertido al cristianismo. 

14 

Juana Sánchez 

 

Beata. Vecina de Valladolid. Se suicidó con unas tijeras en la garganta, murió en la cárcel al poco de entrar. Sus huesos fueron desenterrados y quemados. 

 

PENITENCIADOS, CASTIGADOS PERO NO A MUERTE: 

 

15 

Isabel de Castilla 

 

Mujer de Carlos de Seso. 

16 

Catalina de Castilla 

 

Sobrina de Isabel de Castilla, hija de Diego de Castilla y María de Ávalos. 

17 

Francisca de Zúñiga 

23 

Monja de Belén. Hermana de la monja doña Catalina de Reinoso, hija Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo. Según nuestra opinión, primera receptora en el convento de las ideas luteranas. 

18 

Felipa de Heredia 

24 

Monja de Belén. 

19 

Catalina de Alcaraz 

22 

Monja de Belén. 

20 

Antón Sánchez 

 

Vecino de Salamanca. Levantó falso testimonio de que un niño había sido circuncidado por su padre para acusar a éste de judío. Le dieron 200 azotes, la mitad en Valladolid y la mitad en Salamanca. Condenado a galeras cinco años y pérdida de la mitad de sus bienes. 

21 

Pedro de Aguilar 

 

Natural de Zamora, vecino de Torddesillas. De oficio tundidor, fingió ser alguacil del Santo Oficio, le dieron 400 azotes repartidos entre Zamora y Valladolid. Condenado a galeras de por vida. 

 

 

El comienzo del proceso contra algunas monjas de Belén 

 

Se conservan muy pocos de los procesos contra los herejes de Valladolid, y solo uno relativo a una de las monjas de Belén, que resulta ser el de la priora doña Marina de Guevara9. Esa razón, y el hecho de que fuese la priora, fueron la causa de que se haya magnificado su figura respecto al de las otras monjas jóvenes del convento condenadas, y que son las que realmente introdujeron con verdadero fervor religioso y entusiasmo las nuevas ideas heréticas. Especialmente entre ellas habría que destacar a doña Francisca de Zúñiga, hija del señor de Autillo. Ella es la que aparece casi siempre citada en primer lugar por todos los testigos, junto Margarita de Santisteban y su hermana Catalina de Reinoso. 

 Sin embargo doña Marina de Guevara nunca acabó de aceptar al completo todas las nuevas ideas que le llegaron, de hecho intentó hacer una mezcla sincrética de ambas religiones. Esa es la razón de que por ejemplo Tellechea dude en el título de su monografía sobre ella, y si había sido una auténtica luterana o no. Mientras que las jóvenes veinteañeras del convento pusieron pocos escrúpulos y objeciones. 

El proceso contra la principal encausada y antigua priora del convento, Marina de Guevara, comenzó el 28-1-1559 ante el licenciado Francisco Vaca, el doctor Riego, y los licenciados Guigelmo y Francisco González, jueces de la causa contra ellas10. Actuó de fiscal Jerónimo Ramírez, que la acusó de herejía y apostasía y solicitó ante los jueces su encarcelamiento y secuestro de bienes, después de haber recabado las pruebas y testimonios oportunos contra ella. Su encarcelamiento fue el 11-2-1559, pero ya previamente fue recluida de forma cautelar en su monasterio y se prohibió que se le administrasen los sacramentos eclesiásticos. 

Aunque no se conservan los procesos de las dos monjas autillanas, el de su priora contiene abundantes datos de cómo se introdujeron las nuevas ideas, y cómo se introdujeron con ellas los nuevos conflictos, desazones y las esperanzas internas que supusieron para este pequeño grupo de religiosas. 

El sistema de interrogatorios, el aislamiento de los presos y a veces la tortura empleados por la Inquisición, eran enormemente eficaces, y favorecían la desconfianza y las delaciones cruzadas entre los acusados. Se puede decir que todos acabaron, más tarde o más temprano, delatando a todos, y los testimonios coinciden a la perfección como piezas de engranaje. Por eso, aunque no se conserven los procesos originales, sabemos con bastantes detalles la vida de nuestras dos religiosas hijas del señor de Autillo. Si hoy en día se hallase alguno de ellos, no creemos que aportasen mucho más de lo que sabemos de ellas gracias al proceso de su priora, doña Marina de Guevara. 

 

 

PROCESO CONTRA DOÑA MARINA DE GUEVARA,  

PRIORA DEL CONVENTO 

 

Confesión de María de Miranda (monja)11 

La primera en testificar en este documento en 15-5-1558 fue la monja María de Miranda, de 22 años, que después fue una de las condenadas a muerte 

Según su confesión escrita, que no se conserva, haría unos tres o cuatro años que fue reprendida por una monja del convento y ella, junto con otras monjas mozas, intentaron hacer penitencias singulares diferentes de las otras monjas, por lo que fueron reprendidas y murmuradas dentro del convento, y fueron a pedir consejo al cura Antonio de Astudillo12, que las reprendió por intentar singularizarse respecto de las otras monjas. En esto vino al convento doña Beatriz de Vivero, (de 40 años, muerta a garrote y quemada por diez votos contra dos) de la que siempre había oído hablar mucho y procuró conocer gracias a sus cuñadas (las dos hijas del señor de Autillo de 21 y 23 años, cuya hija mayor Inés de Reinoso estaba casada con Gonzalo Pérez de Vivero, hermano de esta Beatriz).  

Doña María de Miranda dijo que quería mucho a ambas cuñadas de doña Beatriz13 por haberse criado con estas hacía doce años. Esta testigo y confesante, María de Miranda, dijo que habló unas diez u once veces con doña Beatriz Pérez de Vivero14 que siempre le hablaba de la misericordia de Dios y les decía que le pidiésemos <<fe viva>>. Añadió que a veces venía acompañada por doña Catalina de Ortega, (viuda del comendador Loaisa, hija de Hernando Díaz, fiscal del Consejo Real, que también acabó muerta a garrote y su cuerpo quemado en la hoguera), y le decía que tuviese toda mi esperanza en Dios, que pusiese ante él sus pecados, los llorase y metiese en su sangre, pues Cristo ya había satisfecho y pagado al Padre por sus pecados, y que esta era la verdadera penitencia para su perdón. Desde entonces ella sintió alivio moral y dejó de hacer penitencias exteriores. 

Recordaba también la monja que hacía dos años el día de su fundador san Bernardo, el 20-8-1556, se murió una monja en el convento, y una monja le puso a doña Catalina Ortega en la mano una imagen del Niño Jesús para que por una cuenta le sacase el ánima de la fallecida, a lo que doña Catalina se sonrió mucho. Se entiende que se rio porque lo consideraba una superstición con poco sentido. Después de aquello la volvió a ver pocas veces. 

Desde entonces solo hablaba de estas cosas con otras monjas jóvenes del convento, y callaban cuando llegaba alguna otra monja. Hoy sabemos que las monjas mozas a las que hacía alusión, y luego fueron condenadas eran: las dos hijas del señor de Autillo, Francisca y Catalina de 23 y 21 años, doña María de Miranda de 22 años, Margarita Santisteban de 28 años, Felipa de Heredia de 24 años, Catalina de Alcaraz de 22 años (prima de las dos hijas del señor de Autillo, natural de Valcárcel, de origen judeoconverso por parte de madre). 

El caso es que esta situación le creó tristezas y desasosiegos, y cuando iba al coro no creía que los rezos en voz alta le sirviesen de mucho, por lo que siempre buscó estar sola en el coro haciendo oración mental, no verbal.  

Prosiguió la testigo diciendo que hacía más o menos un año (abril-mayo de 1557) que vino al convento Juan García (platero, después muerto a garrote y quemado15) para hacer unos pasos en unos altares para la procesión de aquel día, y lo conoció y tomó por buen cristiano y le gustaba hablar con él. Durante un tiempo no volvió al convento y cuando lo hizo vino acompañado por Juan Sánchez, que había sido criado de Pedro de Cazalla16 y ahora vivía con doña Catalina Ortega, y que había sido criado de los Cazallas17. Este Juan García le habló por la red de unos sermones muy interesantes que daba un agustino al que Dios le hacía muchas mercedes, y ella le rogó que volviese otro día para hablarle más de esos sermones.  

Este Juan Sánchez18, que vivía junto a San Francisco en Valladolid, a quien conocía un primo de esta monja, le habló varias veces por la red y le decía que justificados por la fe se tenía paz con Dios, como sostenía san Pablo, y que tenía un libro muy bueno que hablaba de las epístolas de San Pablo y se lo trajo a doña Marina de Guevara quince días antes de Pascua, pero sin decir de qué año (marzo de 1558),  y esa misma noche vio leer a doña Margarita [Santisteban] el primer capítulo, y quizás otro alguno. Como esta monja María de Miranda quiso tener una copia, primero le rogó hacerla a Francisco de Coca, pero le dijo que se iba a Villalón y que como no tenía qué hacer le haría una copia y se la enviaría. Luego fue a la celda de doña Francisca de Zúñiga, hija del señor de Autillo, y vio que estaba ya haciendo una copia junto con Catalina de Alcaraz, y les dijo que era bobedad hacer un copia de un libro tan extenso y que más presto lo haría Francisco de Coca. Al final se lo entregó a Francisco de Coca por la obra de la iglesia, y poco después se enteró de que ese libro sin título estaba prohibido por la Iglesia Católica, por lo que le rogó a Coca que se lo devolviese en la portería en presencia de la abadesa y de la priora. Al final se lo entregó a su compadre el reformador (sic) para enviarlo allá. 

En la audiencia del 2-11-1558 María de Miranda confesó que la monja Margarita de Santisteban le comentó que doña Catalina Ortega le había dicho que no existía el Purgatorio. Y que al principio dijo en una declaración que en la conversación estaban las dos solas, y ahora dijo que estaban presentes en la celda de doña Marina de Guevara, doña Francisca de Zúñiga y el fraile bernardo fray Alonso Nieto, más otras monjas que no se acuerda. 

El 9-11-1558 María de Miranda pidió audiencia a sus inquisidores para decir que recordaba que el día de año nuevo (1-1-1558) había hablado en la red doña María de Guevara con Juan García (el platero de Valladolid), y un tal Daniel [de la Cuadra, 47 años, campesino, condenado al final a cárcel perpetua y misa diaria] de Pedrosa, que le pareció el mejor hombre del mundo, y que en la conversación estuvieron presentes además Catalina de Alcaraz y Francisca de Zúñiga. Y que no sabía qué fue a hacer allí el tal Daniel, pero ese día la monja tuvo deseos de ir y no estar en una farsa como las otras monjas. 

El 15-6-1559 María de Miranda confesó ante los inquisidores que el principal motivo de atención y discusión entre las monjas de aquel grupo, era el asunto del purgatorio y la justificación por la fe19. Dijo que hubo una reunión de unas diez o doce personas, pero que doña Marina de Guevara no se creía lo del purgatorio y el resto sí, y que por ello había contradicciones en el grupo. 

Confesión de Margarita de Santisteban (monja) 

El mismo día 15-5-1558 presentó confesión por escrito y se ratificó en ella. Dijo que hacía aproximadamente dos años que se empezó a recoger y apartar de conversaciones en la red, de la que era aficionada, y desde entonces se holgaba de conversar con personas que decían que eran buenas: Beatriz de Vivero y Catalina Ortega, con las que habló en la Ascensión pasada del año 1557. Y que doña Catalina le aconsejó en el coro, estando otras monjas que no se acordaba, que se conociese para aborrecer los efectos de Adán, que era <<la culpa>> (el pecado original), y que siempre la conociese en ella y llorase la culpa, y que esa era la verdadera penitencia, ya que la culpa había sido deshecha por Jesucristo, y que la abrazase con su muerte y la presentase al padre por sus culpas, y que se metiese en la sangre de Cristo que había satisfecho por todos, y que creyese que ese era su perdón y su cabeza. Esto mismo oyó decir por la red a Juan García y a Juan Sánchez. De todo esto se holgaba y trató con doña Marina y otras monjas. Y que juntas, cuatro o cinco, leían a Constantino Ponce de la Fuente y los evangelios, y que cuando se acercaba alguien de fuera del grupo se callaban. Como Catalina Ortega le dijo que no existía el Purgatorio, estuvo dudosa varios días y le consultó al cura Antonio de Astudillo delante de Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso y Marina de Guevara, y este les riñó por no creer lo que decía la iglesia y los santos. 

Quince días antes de Pascua de Resurrección, marzo de 1558, estaba ella y doña Marina en la obra de la iglesia y les llegó Juan Sánchez para prestarles un libro que ella se llevó a la enfermería para guardarlo20, y por la noche leyó un capítulo sobre la imagen de Dios ante Casilda y Mari Sánchez, Catalina Pérez y María de Castro que estaban en la enfermería, y luego a Marina de Guevara. 

El 31-10-1558 hubo otra audiencia con dicha monja ante los licenciados Valtodano y Francisco Vaca. Se le dijo que en mayo otro testigo jurado y ratificado había oído decir a la monja que no se tenía que estar triste en los oficios divinos por la muerte de Dios, y que había que mostrar alegría y regocijo. A lo que alguien le replicó que teníamos que estar tristes porque había pagado un inocente por los pecados de otros, y ella le respondió que por eso mismo debíamos de estar alegres, porque gracias a su muerte estaba hecha la satisfacción del pecado. Ante esta respuesta le dijo que no debían de creer a doña Margarita Santiesteban ni a las otras personas porque podía haber alguna cosa diabólica detrás de ellas, ya que negaba la necesidad de penitencias ni disciplinas. Añadió la testigo anónima que en la Semana Santa de ese año entró contenta dicha monja al granero del monasterio, y le preguntó doña Marina delante de Ana de Medina la razón de su alegría, y Margarita de Santisteban le respondió que si no estaba alegre esos días de Pascua cuándo lo iba a estar. Ante esta acusación la monja dijo que la testigo fue una labradora de Pedrosa llamada Isabel de Estrada, de 35 o 36 años, que después fue muerta a garrote y quemada en el primer auto de fe de 21-5-1559. Santisteban dijo que esa testigo, Isabel de Estrada fue con doña Juana de Silva, (bastarda de Juan de Ribera, marqués de Montemayor, y su madre fue María Florín, su esclava) esposa de Juan de Vivero. Ambos fueron condenados a cárcel perpetua, sambenito y misa diaria. Pero la monja no se acuerda de haberla abrazado, y que estuvieron presentes Marina de Guevara, Francisca de Zúñiga y Catalina de Reinoso y otras que no recuerda. Y que recuerda que doña Juana hablaba mucho y le dijo <Jesús qué parlera es esta mujer!>>. Dijo que en la conversación se habló de que muchos debían mucho a otros, y que doña Marina dijo que debía mucho a Antonio de Astudillo porque tenía mucha cuenta de su alma, pero que la monja Santisteban dijo que ella no le debía nada a nadie porque muchos clérigos le solían hablar y no le daba crédito a nada, porque le entraba por una oreja y le salía por otra. 

El 12-11-1558 hizo otra declaración por escrito donde dijo Isabel de Guevara, prima segunda de doña Marina, hija del doctor Guevara que en otra declaración pasada no sabía esta Isabel lo que había dicho o no en su declaración oral, porque el secretario del proceso la amenazó con meterla presa si no decía la verdad y se puso muy nerviosa ante la amenaza. Y que entró llorando en la celda de doña Francisca de Zúñiga, estando presentes doña Catalina de Reinoso y doña Catalina Alcaraz, y que entre todas la consolaron. 

 El 6-3-1559 dijo que al principio no dio mucho crédito a lo que le dijo sobre el purgatorio  Catalina Ortega desde el día de la Ascensión de 1557 (festividad que se celebra cuarenta días después del domingo de Resurrección) hasta septiembre del año pasado de 1557, y que hasta le pareció cosa de burla. Pero después le dio crédito hasta Pascua de Flores (domingo de Resurrección), que fue cuando un agustino, el padre Orozco le sacó del error y condenó las novedades y no verdades. Por lo que según ella salió del error y se reconcilió con Dios, y que mantuvo silencio por no hacer daño a otras personas con las que trató estas cuestiones, y citadas por este orden: Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso, Catalina de Alcaraz, Marina de Guevara, Felipa de Heredia y María de Miranda. También estaban en estas conversaciones o comunicaciones, doña Juana Sánchez (que murió en la cárcel, quemada en efigie) que acompañaba a Catalina Ortega. Y entre todas ellas se trataban de hermanas y formaron una hermandad. 

El 12-6-1559 se acordó Margarita de Santisteban de que la víspera de que prendiesen al doctor Cazalla (22-4-1558) les envió un memorial a las monjas para que se leyera a las monjas, donde les decía que estaban todas denunciadas a la Inquisición y les pedía que no dijeran nada en su contra, salvo aquello que él hubiese dicho en el púlpito. 

El 18-7-1559 los inquisidores mandaron llamar a declarar a Santisteban y esta dijo que cierta vez vino al monasterio doña Eufrosina Ríos de Mendoza, monja oberta (sic) del convento de Santa Clara, que vivía con doña María de Mendoza (que luego fue condenada a la hoguera y al retractarse en el último momento murió primero a garrote y luego quemada), y que ese día predicó el doctor Cazalla en presencia del príncipe Felipe. Y que esta Eufrosina fue después a la sacristía y abrazó a Margarita de Santisteban, creyendo que era de su misma opinión religiosa, porque se lo habían dicho el sábado anterior Marina de Guevara y Francisca de Zúñiga. Y de allí se fueron juntas a un corredor a hablar en privado sentadas sobre un arca. 

 

Confesión de doña Beatriz Pérez de Vivero 

El 25-6-1558 fue interrogada doña Beatriz de Vivero por parte del licenciado don Diego de Córdoba (de los Cobos Molina), obispo electo de Ávila y Cristóbal Hernández de Valtodano, del Consejo General de la Inquisición. Después fue interrogada el 10-10-1558 por el doctor Diego García del Riego en su audiencia de la mañana (había siempre dos audiencias, mañana y tarde).  En la audiencia de noviembre dijo que su hermano, el doctor Cazalla, le rogó que fuese al monasterio de Belén a decirle a (por este orden): Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso, Margarita de Santisteban, María de Miranda, Marina de Guevara y Felipa de Heredia que callasen estos errores teológicos porque habían hecho presos a varias personas en Sevilla. Beatriz de Vivero confesó que doña Francisca de Zúñiga (la hija de Antonio Baeza, doncella) le había dicho al doctor Cazalla que las monjas de Belén habían tenido conversaciones con doña Eufrosina de Mendoza y que las riñese por haberlo hecho. Así cumplió el encargo doña Beatriz de Vivero, y lo primero que hizo fue encontrarse subiendo una escalera a Margarita de Santisteban y a Francisca de Zúñiga y a Catalina de Reinoso, y no se acuerda si había allí alguien más, y les dijo que avisasen a las otras para mantener silencio. 

Confesión de Pedro de Cazalla Vivero (foto 37 y ss.) 

El 3-10-1558 Pedro de Cazalla, de 33 años y medio (clérigo de Pedrosa, luego muerto a garrote y quemado en la hoguera), dijo que haría más de un año que contactó con doña Marina de Guevara y doña Francisca de Zúñiga, y otras monjas de Belén que nombró. Y que les habló tres o cuatro veces del asunto de la justificación en la grada, y que le pareció que ya habían sido previamente contactadas y que ya estaban en esa creencia. Y era de la opinión de que las obras de penitencia, ayunos, oraciones, sacrificios, ofrendas, sufragios ni abstinencias no son meritorias ni aprovechan para la salvación de los pecadores, porque ya estaban justificados por la pasión y méritos de Jesucristo, y que la única penitencia que valía era el aborrecimiento y dolor del pecado, que es lo que los escolásticos llaman <<contrición>>. Respecto a la inexistencia del Purgatorio las halló en la misma creencia que él. 

El 5-12-1558 don Pedro de Cazalla declaró que recordaba haber venido desde Pedrosa a Valladolid junto con Juana de Silva e Isabel de Estrada, las cuales estaban muy contentas de ver que las monjas de Belén seguían sus errores. 

Confesión de Francisco de Vivero (foto 41 y ss.) 

El 8-10-1558, Francisco de Vivero, clérigo de Hormigos de 36 años, (finalmente muerto a garrote y quemado), pidió audiencia, se arrodilló ante los jueces de la Inquisición, con el bonete en la mano, y dijo que se quería convertir a Dios y que le había ofendido. 

Confesó que unos tres meses antes de haber sido preso, había ido con su hermano Pedro de Cazalla a Pedrosa, y en el camino su hermano Pedro le habló abiertamente de su opinión sobre la justificación y el purgatorio, sobre la inutilidad de bulas e indulgencias, y que solo había tres sacramentos: Bautismo, Eucaristía y Penitencia, y que por haberlo creído merecía la muerte y la pena eterna por su pecado, y pedía perdón a Dios por ello.  

El día 13-5-1559 dijo además que estando en Pedrosa, a los dos días de haber aceptado esta nueva doctrina, se puso malo por culpa de un brasero que le pusieron en la cámara, y que le vino a visitar su cuñada doña Juana de Silva, esposa de su hermano Juan de Vivero, y le dijo las personas que según Pedro de Cazalla estaban en esta creencia: don Carlos de Seso (inductor de don Pedro), el doctor Cazalla, las monjas de Belén, que eran doña Marina de Guevara y otras personas. El 9-10-1558 ya había declarado previamente que tuvo trato unas cinco o seis veces con las monjas de Belén. Y en lo relativo para evitar los rezos ante el resto de la comunidad de monjas, para evitar sospechas, les aconsejó que excusasen su ausencia alegando que ya iban al coro. El 7-12-1558 declaró que al principio doña Marina de Guevara se escandalizó al hablarle de Lutero, pero después supo por otras monjas que se había sosegado. 

Confesión de Francisca de Zúñiga, seglar, hija de Antonio de Baeza (foto 45 y ss.) 

El 11-5-1558 fue llamada a declarar la presa doña Francisca de Zúñiga, hija del contador real Antonio de Baeza (doncella), y de su esposa doña Francisca de Zúñiga, hermana de Juan de Zúñiga, de 34 años, pensamos que pariente, quizás prima hermana o segunda de Francisca de Zúñiga y Catalina de Reinoso por parte de la madre de las dos monjas, que era doña Juana de Baeza y de las Casas, hija de Manuel de Baeza, abogado del Consejo Real. En el proceso se dice que era cuñada de ambas monjas21. A esta seglar no la debemos confundir con la monja de Belén del mismo nombre. Doña Francisca salió viva del proceso inquisitorial, aunque con cárcel perpetua, precisamente por colaborar con los inquisidores, de hecho las primeras denuncias contra este grupo de monjas de Belén salieron de ella. Y tras su detención prácticamente no fue necesario llamar para interrogarla, fue ella quien solicitó audiencias, una y otra vez, para acusar a todos los implicados. Parece que incluso tenía una inquina personal contra el doctor Cazalla, porque en 1543, el año que partió para Alemania, estuvo prometida en matrimonio con su hermano Gonzalo, el futuro yerno del señor de Autillo, estando todos de acuerdo con la boda, pero el doctor había puesto objeciones porque su padre había estado preso en la Inquisición. Esto no deja de ser un contrasentido porque la abuela de los hermanos Cazalla, Constanza Ortiz, incluso ya difunta, fue objeto de investigación hacia 1530, como ya veremos más adelante. También resulta sorprendente que diga que a esa inquina de doña Francisca contra el doctor Cazalla se sumó también su propia hermana doña Beatriz de Vivero. 

Según Llorente, doña Francisca había sido discípula22 del arzobispo Carranza y de fray Domingo de Rojas. En realidad, más que como alumna los tuvo a ambos de confesores. Schäfer señala que en 1544 el confesor de esta doña Francisca fue el arzobispo Carranza, y que a su partida para Inglaterra le sustituyó como confesor fray Domingo de Rojas. 

El 11-5-1558 pidió audiencia a los inquisidores y les dijo que estuvo un día con doña Eufrasia (suponemos que la ya citada doña Eufrosina) en el convento de Belén, y le dio a entender que alguna de las monjas estaban involucradas en estos asuntos, y que al parecer una de ellas (suponemos que doña Marina de Guevara) se había desdicho y otra vez vuelto a desdecir, y preguntó que qué haría ella. También oyó decir a una monja que doña Eufrasia (Eufrosina) le había dicho que no había purgatorio. El 24-5-1558 esta doña Francisca la seglar presentó una declaración escrita de su mano en un pliego de papel. En él decía que doña Eufrasia (Eufrosina) les preguntó a las monjas que qué dirían si las detuviesen y ellas respondieron que lo que les  inspirase el Espíritu Santo en ese momento, y que doña Eufrasia (Eufrosina) les dijo que no tuviesen miedo porque si a ella no la habían detenido a ellas tampoco las encarcelarían. También dijo doña Francisca que les mostró a las monjas una carta de Martín Lutero que le había dado Juan Sánchez, y que ellas le respondieron que ya la habían leído, por lo que una de ellas decidió rasgarla. También dijo que otro día estuvo en el convento con doña Catalina Ortega y otra mujer de Pedrosa llamada Estrada, y que doña Catalina Ortega dijo a las monjas: <<aquí veais aquí quien no nos quema, dije que me quemasen con ellas, que ellas por hacientes, yo porque lo consentía, todos podíamos ir allá. Y esto habrá antes de Cuaresma, y esto por vía de burla son las monjas de Belén que tienen esta opinión doña María de Guevara y otras monjas que nombró>>. 

El 26-5-1558 volvió doña Francisca de Zúñiga a pedir audiencia para decir que en la Navidad pasada23, la monja doña Francisca de Zúñiga le había dicho que el doctor Cazalla había comido en una celda del monasterio con las seis monjas, y que las había dado de comulgar con las dos especies, pan y vino, y que al principio doña Marina no entendía por qué lo había hecho, y que luego otro día vino el doctor Cazalla e hizo lo mismo, y que esta vez ya lo había entendido. Después de esto doña Francisca la seglar, se lo contó a doña Beatriz de Vivero y a fray Domingo de Rojas, fraile de Santo Domingo24. 

El 2-6-1558 volvió esta confesante a pedir audiencia para decir que haría seis o siete meses que las monjas le hablaron del clérigo Antonio Astudillo, hermano de la mujer del doctor Peñaranda, que no estaba en este grupo de luteranos, aunque don Carlos de Seso se lo había dicho, y le dijeron a doña Francisca que hasta que no lo creyese todo no sería un auténtico cristiano. 

El 7-6-1558 la confesante doña Francisca dijo que viniendo de casa del inquisidor Guigelmo, se entiende que cuando aún no estaba presa, y se pasó por el convento de Belén y les dijo a las monjas que se confesasen, que así lo quería ella hacer, porque todas novedades en las que andaba era burla, y que las monjas le respondieron que no tenían nada que confesar, que Jesús era su paz y su absolución, que se confesase ella si quiere, más que no las denunciase. 

El 13-7-1558 volvió a pedir audiencia voluntariamente para decir que cierta vez estaba en el monasterio con su pariente homónima doña Francisca de Zúñiga, la monja, más otras que no recuerda, y le dijo que el maestro fray Bartolomé [Carranza] de Miranda25 era cristiano y que estaba en estas cosas, cosa que dudó Francisca la seglar, porque así se lo había dicho fray Domingo. Y que la prueba era un libro que ahora estaba en casa de la marquesa de Alcañices26, y que hacía poco que lo había escrito. Recordaba además que cierto día del invierno pasado27, Juan de Vivero, hermano del doctor Cazalla, condenado después a cárcel, sambenito perpetuo y misa diaria en iglesia señalada, les había dicho a las monjas de su grupúsculo, tras oír el toque para ir a misa: <<llama a Baal, que no hayáis miedo que os responda28>>. Cierto día, pocos días antes de la Cuaresma pasada, las monjas preguntaron a doña Eufrosina los nombres de las otras personas que estaban en el grupo de luteranos, y se los dijo nombre por nombre, que al final fueron casi todos los condenados en el proceso, estando presente doña Francisca la seglar. Cuando se enteró el doctor Cazalla de su peligrosa curiosidad, fue al convento a reprenderlas, especialmente a doña Marina de Guevara por haber tenido estas conversaciones con doña Eufrosina. Ante la reprimenda las monjas salieron a la grada con la intención de aplacar al doctor Cazalla. Doña Marina se defendió diciendo que ella no era tan culpable, ya que no estaba ella tan puesta en estos temas como las otras monjas.  

El 17-10-1558 de nuevo pidió audiencia para matizar que a doña Marina de Guevara todo el asunto del <<doctor y todas estas monjas siempre le traían mal retortero, y que ya que en algunas cosas de estas estuviese, que no estaba en todas ellas, es a saber las cosas que dicho tiene>>29. También dijo que coincidiendo con la consagración del obispo de Calahorra30, doña Marina le confesó que en las misas de réquiem ella no rezaba por el muerto, sino por los vivos. Luego rectificó y dijo que no coincidió con la consagración, sino con la última vez que habló con ella. Añadió que en esa conversación doña Marina le preguntó si su madre, doña Francisca de Zúñiga, sabía lo que hacía su hija, y ella le respondió que no, por lo que doña Marina le dijo a doña Francisca que era una gran farisea. 

El 29-10-1558 en audiencia solicitada por los inquisidores, se le preguntó si se acordaba de algo más que quisiera añadir a sus declaraciones. A esto contestó que cuando su hermano Juan de Zúñiga, cuando estaba enfermo de muerte hacía menos de un año, ella le dijo que solo diciendo que si Dios fuese servido de darle salud, que propusiese de otra forma su vida en su servicio de la que hasta allí había sido, y que si no fuese de ello servido, que abrazase la muerte y se conformase con la voluntad de Nuestro Señor, y que se acordase de sus pecados de veras, y mirase en Jesucristo que había nacido, vivido y muerto todo para nosotros. Ante esto su hermano Juan se arrepintió de sus pecados y ofreció cambiar de vida si se salvaba, estando presentes fray Domingo de rojas, dominico, natural de Villamediana del Campo y muerto a garrote y quemado, como lo fue Catalina Román, vecina de Pedrosa, que ahora era compañera de prisión. También fueron testigos dos mozos que no en ese momento no entendieron nada. De la muerte de su hermano Juan se enteró la monja doña Francisca de Zúñiga, y le dijo que su hermano había tenido mucha suerte de haber muerto sabiendo lo que tenía en Jesucristo, y otra monja le preguntó si le había dicho a su hermano lo del purgatorio, y ella dijo que no, que ya para qué se lo había de decir. 

El 7-11-1558 confesó que les dijo a las monjas de Belén quién las había hecho ser libres y después esclavas, por la mucha sujeción por no para condenarlas. 

El 16-3-1559 la presa doña Francisca, dijo que las monjas heréticas del convento eran seis, más doña Marina de Guevara, que según doña Francisca de Zúñiga, la monja, no estaba del todo en el grupo, ya que no veía aún claro el asunto de la inexistencia del purgatorio. 

 

Confesión de Catalina de Alcaraz (foto 59 y ss.) 

El 12-4-1559 la monja de Belén, doña Catalina de Alcaraz, de 22 años, prima de las dos hijas del señor de Autillo, pidió audiencia en descargo de su conciencia, y por lo que había declarado el pasado 22-2-1559. Dijo que la primera persona que le habló de la justificación fue el cura Antonio de Astudillo, y a ella le pareció bien. Y que pasado un tiempo fue doña Catalina de Ortega a la grada y allí recuerda que se reunieron Astudillo, Catalina Ortega, Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso, Juan Sánchez, y no recuerda si estaba Marina de Guevara. Dijo que Catalina de Reinoso comentó hablando de la justificación, que el alma que estaba en gracia creía que no podía tener pena en la otra vida, aunque cree que entonces Catalina de Reinoso aún no estaba en esto31. Le preguntó Catalina de Ortega si entendía o creía aquello de la justificación y el Purgatorio, a lo que le respondió que <<quien servía a Dios que creía que no tenía pena>>. Esta respuesta contentó mucho a Catalina Ortega y a Juan Sánchez, y a Catalina de Alcaraz también le pareció bien, y que comunicó varias veces estas cosas con Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso y Marina de Guevara, juntas todas o por separado. Aunque no le pareció que doña Marina aceptase del todo las nuevas ideas hasta hacía poco, y aún así le parecían solo <<mejor>>. Añadió que otro día vino Francisco de Vivero a la red y les habló de la justificación y les dijo que no había purgatorio. 

Preguntada si alguna vez Francisco de Vivero o su hermano Pedro de Cazalla les hablaba de otras cosas además estos dos temas, respondió que una vez Francisco de Vivero32 le dijo algunas veces que el papa vendía la sangre de Cristo por dinero, que él -de gracia- la había dado, hablando de las indulgencias y bulas que el papa concedía, y que a todas las monjas del grupo les parecía bien lo que decía este clérigo. También dijo que había venido al convento el doctor Cazalla y les habló de don Carlos de Seso. Les habló también de la justificación pero no pudo estar mucho tiempo porque les hicieron señas para la hora de tercia y se tuvieron que ir. También les dijeron a las monjas que estaban en el asunto el bachiller Herrezuelo, abogado y natural de Toro (quemado después vivo33), y su mujer Leonor de Cisneros, de 24 años (quemada viva por luterana confesa reincidente el 26-9-1568, tras haber sido condenada y perdonada por lo del proceso de 155934). 

Preguntada si alguna persona de fuera del monasterio les dijo que no hablasen con doña Eufrosina, respondió que el doctor Cazalla les dijo a doña Marina y las otras que no hablasen con ella porque era una <<mujer libre>>, y así se lo dijeron las otras monjas porque ese día ella no estuvo presente. 

 

Confesión de Casilda de Zárate (foto 67 y ss., 27) 

El 9-6-1559 compareció como testigo Casilda de Zárate, monja de unos 40 años. Dijo que estando tañendo unas campanas, le pareció que a doña Marina le daba enojo, y le dijo a esta testigo que no han te tañer por los muertos porque parecía invención del demonio. Y que un día dijo la testigo que tan trabajosa era esta vida que creía que no había de haber otro purgatorio, a lo que doña Marina de Guevara rio la ocurrencia y le dijo que tuviese <<fe viva>>. Otra vez le dijo doña Marina que no rezara algunas devociones, y que mejor mirase y entendiese lo que Dios hacía por ella, y por esto y por su poca salud algunas veces dejó de rezar, y que yendo para ver a Dios le dijo que harto mal era haber de ir allá para verle. 

Cuando le preguntaron si se comunicaban en secreto María de Miranda, doña Marina de Guevara y las otras, respondió que cuando iba a sus celdas o por casa las oía hablar entre ellas pero nunca le dijeron que guardase el secreto. El 26-6-1559 esta testigo se ratificó en su declaración. 

Declaración de doña Teresa Carrillo, doncella (foto 71 y ss., 26) 

El 12-5-1558 doña Teresa Carrillo, doncella de 17 años, hija del licenciado Jerónimo de Villegas, difunto, y de su esposa doña Beatriz Manuel, firmó de su nombre una declaración, escrita por otra persona, donde dijo que hacía dos años que por orden de su madre ingresó en el convento, buscando el recogimiento que suelen buscar otras doncellas de su calidad. Y que un día, estando en los aposentos de la abadesa junto con Marina de Guevara y la monja María de Villa, y no recuerda si alguien más, hablando de varias cosas doña Marina afirmó <<que no eran menester obras para ir al cielo35>>, a lo que le replicaron especialmente ella y las otras dos monjas presentes, y estando en ello dejó la conversación porque la llamaron a la red. Desde entonces ella no volvió a hablar del tema, y que si no lo denunció fue por inadvertencia y que rogaba que se le liberase de culpa. 

El 13-7-1558 fue llamada a declarar esta testigo y dijo que la primera vez que entró en el convento fue hacía unos dos años y la segunda hacía unos nueve o diez meses, y que la última vez salió del convento por San Mateo (21 de septiembre) Preguntada si sabía de alguna monja o seglar que hablase de estos temas citó por este orden a: Francisca de Zúñiga, su hermana Catalina de Reinoso, Margarita de Santisteban, Felipa de Heredia, Catalina de Alcaraz y doña Inés Manrique que hablaban y tenían amistad con doña Marina de Guevara, y que algunas veces venían por allí doña Beatriz de Vivero y Catalina de Ortega, hija del fiscal, pero dijo que no sabían lo que hablaban y con esto le fue encargado el secreto. El 12-7-1559 le leyeron su declaración y la ratificó, y dijo que de todo esto podría haber pasado hacía unos tres años, poco más o menos. 

 

Testimonio de Ángela de Esquivel, abadesa de Belén (foto 75 y ss.) 

El 27-7-1559 testificó la abadesa doña Ángela de Esquivel, de más de 50 años. Dijo que recuerda haber escuchado a doña Marina de Guevara que no eran necesarias las obras para ir al cielo, y que otras personas la reprendieron por haber dicho tal cosa. Del resto de declaraciones de otros testigos que le fueron leídas, sin citar sus nombres, dijo que no recordaba nada de lo que decían los testigos, que podía haber podido estar ella delante y no haber advertido lo que pasaba. Añadió que tenía buena opinión de doña Marina de Guevara y le había visto hacer muy buenas obras de buena cristiana. Fue de todas las declaraciones la más rápida y la que menos detalles aportó al proceso contra doña Marina36. 

Testimonio de María de Villa, monja de Belén (foto 76 y ss.) 

El 27-7-1559 testificó María de Villa, cilleriza de unos 38 años. Dijo que pudo haber más de dos años que doña Marina dijese que no eran necesarias las obras para ir al cielo. Recordaba que estando en el aposento de la señora abadesa, que estaba echada a dormir, y que había en el aposento a una seglar de nombre doña Teresa, que no recordaba su nombre, casada con uno que estaba en Indias y no sabe si había ido a vivir allí, y que hablaba con doña Marina del asunto de la necesidad de obras para ir al cielo. Pero después de estas charlas había visto a doña Marina hacer muchas obras, como darse muchas disciplinas y hacer muchas abstinencias, y que ella como cilleriza (encargada de guardar el grano del convento, y quizás despensera) le daba de comer a las monjas, y estas le decían que doña Marina no comía la comida y la repartía entre las otras monjas, y que por eso no se la daba tan buena como era razón. Y que después de esto la vio hacer muchas obras de caridad y conventuales, y que era la primera en todo, tanto en barrer como en todo lo demás, aunque fuera la superiora.  

Añadió que se quedaba toda la noche en el coro rezando y suspirando y haciendo mil oraciones, por lo que la testigo dedujo que doña Marina no creyese que no fueran necesarias las obras para ir al cielo. Del resto de lo que declararon otros testigos, sin decirle el nombre, dijo que no recordaba nada. Estando presente a esta declaración jurada fray Pedro Ruiz, confesor del monasterio, fraile de la Orden de San Bernardo, que entendemos que bastante sabría al respecto, pero que no lo podría declarar por respeto al secreto de confesión, y Juan Seco, capellán del convento de Belén. 

 

Testimonio de Felipa de Heredia, (foto 83 y ss., 28) 

El 28-2-1559 testificó doña Felipa de Heredia, de unos 24 años de edad, hija de Alonso de Heredia, mayordomo del almirante de Castilla, (que luego fue condenada a sambenito, cárcel perpetua, negación de voz activa y pasiva y degradada a novicia). 

Dijo que creía, al parecer sin otros matices, en lo que oyó acerca de la salvación por la fe y no por las obras, y que los primeros que le hablaron de este tema por la red cree que fueron Pedro Cazalla y Juan Sánchez37 y después dentro del convento hablaba con (por este orden): Margarita de Santisteban, María de Miranda, Catalina de Reinoso, Francisca de Zúñiga, Catalina de Alcaraz y Marina de Guevara, y que por ser muchas dijo que no recordaba quién fue la primera que le habló del tema. El 13-3-1559 se ratificó en su breve declaración. El 21-6-1559 respondió a las acusaciones o comentarios que los testigos hicieron sobre ella, sin declarar nada de especial interés porque no solían hablar mucho delante de ella. Dedujo Felipa que esa testigo anónima debía de ser doña Marina de Guevara. 

 

Testimonio de María de Segovia, monja (foto 87-88) 

El 26-6-1559 María de Segovia, de 48 años, testificó en descargo de su conciencia y dijo oyó decir a doña Marina que la pasión de Jesucristo era la que la iba a salvar. 

 

Testimonio de doña Catalina de Reinoso, monja, testigo XIII (foto 89-96) 

El 16-2-1559 le llegó el turno para testificar a doña Catalina de Reinoso, hija de Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo y de doña Juana de Baeza, fallecida. Su edad 21 años poco más o menos. Se presentó ante el llamamiento del licenciado Francisco Vaca en su audiencia de la tarde. 

Lo primero que le preguntaron fue qué le que pasó con el doctor Cazalla, porque ella había dicho que no había tenido comunicación con él. Esta pregunta a bocajarro, y sin decirle antecedentes, tiene sentido en el contexto del sistema de interrogatorios que usaba la inquisición: primero se preguntaba al reo qué por qué creía que estaba allí, puesto que alguien lo había denunciado. De esa forma se esperaba que el acusado se autoinculpara solo, o que declarase otros delitos que hubiese cometido, sin haberlos denunciado previamente nadie y de forma anónima. A esta pregunta ella dijo que ella no había comunicado más que todas juntas, y que las más continuas a él eran Marina de Guevara, Francisca de Zúñiga, Margarita de Santisteban, María de Miranda y ella misma. Añadió que algunas veces Catalina de Alcaraz, Felipa de Heredia y Luisa de Torres. Nos llama la atención que por primera vez sale a la luz el nombre de esta última monja desconocida en todo el proceso hasta ahora: Luisa de Torres. 

Aclaró doña Catalina de Reinoso que lo que más trataba el doctor Cazalla con las monjas era sobre lo que había predicado en sus sermones. 

El 20-2-1559 doña Catalina presentó un escrito de su mano, y entre otras afirmaciones los inquisidores señalaron que dijo que fue un día a ver a las monjas doña Isabel de Estrada, vecina de Pedrosa, de 35 o 36 años, y doña Catalina le preguntó cuántos cristianos estaban implicados en este asunto, y que le respondió que unos siete u ocho, Juan Sánchez, Daniel [de la Cuadra] y otras personas. Y estando en esto vinieron doña Catalina de Ortega, doña Francisca de Zúñiga la hija de Antonio de Baeza, Juana Ramírez, Juana de Silva (esposa de Juan Pérez de Vivero) y se juntaron doce personas, siete monjas y cinco seglares. Y que empezaron a hablar y a regocijarse mucho de ser hermanos, y de tener una ley, y daban gracias a Dios de haberlos sacado de tanta ceguedad como tenían hasta ese momento. Entre las monjas estaba doña Marina de Guevara, a la que el resto de monjas tenían por sospechosa, y no se atrevían a declarar de todo punto delante de ella porque se entristecía mucho y no dejaba de creer que hubiese purgatorio, y el resto de monjas no creían en él, por lo que había entre ellas gran contradicción. Y estando así todas juntas, tocaron a vísperas y se fue doña Marina y otras de las que allí estaban. 

Un día les dejó Juan Ramírez un libro muy bueno que lo había escrito un muy gran cristiano, y le rogaron las monjas que se lo prestasen, lo cual hizo con reticencias y rogando que se lo devolviesen lo antes posible. Y para copiarlo con más premura, María de Miranda se lo quiso dar a Francisco de Coca, pero como le corría tanta prisa al dueño del libro, al final lograron copiar en el convento solo dos o tres capítulos, en una noche sola, entre su hermana doña Francisca de Zúñiga, la monja, y doña Catalina de Alcaraz. Y que Margarita de Santisteban le leyó los capítulos a doña Marina de Guevara, y que no volvió a ver más a Juan Sánchez (sic) (probablemente hay un error y el escribano se refiere a Juan Ramírez, dueño del libro). Confesó doña Catalina que ella quemó los capítulos cuando se enteró de que estaban denunciadas gracias a una carta que del doctor Cazalla le mandó a doña Marina, y donde le decía que se encomendasen a Dios muy de veras.  

Dijo doña Catalina de Reinoso en su confesión escrita que hasta ahora no se había confesado, porque le parecía que esta nueva ley que tenía era la mejor, y por no ser causa del peligro de nadie. 

0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen 

 

 

Testimonio del doctor Agustín Cazalla 

El 3-3-1559 fue puesto el doctor Cazalla en la cámara de tormento y entre otras cosas dijo que con las que trató en el convento fueron doña Francisca de Zúñiga y su hermana Catalina de Reinoso, pero no recordaba qué tema había tratado con ellas. A ambas las nombra como sus cuñadas, ya que su hermano Gonzalo Pérez de Vivero estaba casado con Inés de Reinoso, hermana mayor de ambas. 

También nombró (por este orden) a doña Margarita de Santisteban, doña María de Miranda, Catalina de Alcaraz, Felipa de Heredia y doña Marina de Guevara. Al día siguiente el doctor Cazalla declaró que había enseñado sus convicciones teológicas (justificación por la fe, inexistencia del purgatorio, inutilidad de bulas, sufragios e indulgencias que se dan para las ánimas) desde el día de San Lucas, el 18 de octubre de 1577, hasta Pascua de Resurrección de 1558, que aquel año cayó el domingo 3 de abril del año juliano, no del gregoriano actual, según nuestros cálculos. En sus charlas reconoció que les hablaba de la justificación por la fe, pero tan acompañadas por las obras como ellas mismas lo dirán. 

 

Testimonio de doña Francisca de Zúñiga, monja, (foto 99-102) 

El 21-2-1559 hizo una declaración brevísima doña Francisca de Zúñiga, de 23 años poco más o menos. Preguntada si ha visto a esta confesante alguna persona que habían denunciado de ella en el Santo Oficio u otras personas, dijo que es verdad que un criado que cree es del doctor Cazalla llevó una cédula del doctor escrita de su letra para doña Marina de Guevara, y que esta confesante la vio, donde le decía <<yo y vuestras mercedes estamos denunciados en la Inquisición, oren a Dios con instancia, y digan de mí toda la verdad, y que no sabe otra cosa>>. El 13-3-1559 doña Francisca se ratificó en su declaración.  

El 27-5-1559 volvió a declarar para decir en descargo de su conciencia que doña Marina de Guevara <<no tenía cosa de estas, sino solamente vi hablar en Jesucristo y en lo de la justificación, diciendo que todo nuestro bien estaba en Jesucristo, pero que en lo de obras ni en lo del purgatorio no alcanzó que tuviese error alguno, aunque esta confesante deseó que ella estuviese en estas cosas>>. El 7-6-1559 se ratificó en esta declaración, según parece por su proceso. 

El 1-7-1559 los inquisidores Vaca y Guijelmo, en la audiencia de la tarde, volvieron a traer ante sí a doña Francisca, que dijo que la persona con la más trataba era con doña Marina, pero que aunque le parecía bien lo de la justificación, no acababa de creer en la inexistencia del purgatorio, aunque doña Catalina de Ortega, y otras personas de las que no se acuerda, le reñían por no acabar de creerlo, y que sostenía que la justificación debía ir también acompañada de obras, y las a las personas que iban a hablar con ella sobre el tema les decía que no le hablasen de estas cosas. 

Cuando le hicieron publicación de los testigos que declararon contra doña Francisca, uno de ellos había dicho que la oyó decir que en Alemania había una gente que era muy santa. Otra testigo dijo que doña Marina afirmó que aunque Lutero fuese malo, quizás en lo de la justificación hubiese acertado, y que en Alemania los habría buenos y otros malos. 

0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen0 Imagen, Imagen 

Testimonio de doña Marina de Guevara, monja, (foto 111 y ss.) 

En la foto 120 del proceso a doña Marina, de forma descontextualizada, aparece entre sus folios un parte médico del licenciado médico Santa Cruz, que es quien cura a las monjas del convento de Nuestra Señora de Belén, y dice el documento que el día 5-8-1558 se le preguntó, en la audiencia de la tarde, en qué disposición estaba doña Marina de Guevara. Y dijo que desde hacía ocho o diez días estaba en la cama aquejada de tercianas dobles, que alcanzaba la una a la otra y que estaba muy flaca, y que al parecer padece además de cuartanas as… (roto), y que esa enfermedad es peligrosa, aunque de próximo no se puede certificar (pronóstico reservado), y que doña Francisca, que no la sabe el sobrenombre, tiene la garganta hinchada y está con calentura. Y que otra doña Catalina [de Alcaraz], prima de doña Francisca, tiene el pecho hinchado con calentura, y otra doña Felipa [de Heredia] está desde ayer con calentura. Y firmó el parte médico de su mano. Aun así el 16-8-1558 pudo empezar a responder a las primeras preguntas de los inquisidores. El 26-8-1558 presentó doña Marina declaración voluntaria escrita y firmada de su nombre, cuyo contenido eran matices fundamentalmente de tipo teológico. El 31-8-1558 se le dio oportunidad para ratificarse en su declaración y si quería añadir algo. 

La orden de detención contra doña Marina se firmó la noche del sábado del 11-2-1559. Aunque ya vimos que la decisión de encarcelamiento se había tomado el 28-1-1559. 

En su declaración dijo que tenía 42 años más o menos. Dijo que su padre se llamaba don Juan de Guevara y vivía en la montaña en Treceño (Cantabria), y su madre doña Ana de Tovar. Dijo que sus abuelos paternos eran don Juan de Guevara y Elvira de Rojas, y por ahí le venía el parentesco con los marqueses de Poza. Su abuelo materno era Sancho de Tovar y no recordaba el nombre de su abuela materna. También era pariente del conde de Oñate. Dijo que tenía tres hermanos varones, Josepe de Guevara, que vive en Treceño; don Gabriel de Guevara, provisor en el obispado de Sigüenza; y don Diego de Haro38, que estaba en Indias. Todos caballeros conocidos y limpios de toda raza de judíos y moros.  

El escribano que tomó nota a toda prisa de esta filiación, confundió los abuelos paternos con los maternos, como se puede ver en el siguiente árbol genealógico alternativo que proponemos: 

 

Imagen 4, Imagen 

El 21-2-1559 se tomó confesión a doña Marina, pero esta vez ya como prisionera. 

El 15-5-1559 comenzaron las audiencias y declaraciones voluntarias para doña Marina. A lo que parece, los inquisidores fueron dejando para el final las declaraciones de las monjas, según lo que ellos creían que eran las personas que por mayor responsabilidad y edad debían responder por sus delitos ante la Inquisición. Aunque en el proceso contra las monjas de Belén se ve claramente que era un grupúsculo de solo seis monjas, que casi no pasaban los 20 años, deseosas de experimentar un nuevo camino para su fe exaltada, el caso de doña Marina era muy diferente, porque cuando entró en estos temas tenía unos 40 años, y había sido anteriormente priora y subpriora del convento. 

En su primera declaración personal, voluntaria y escrita de su puño y letra, dijo que haría unos tres años que se quiso volver a Dios y que comenzó una serie de penitencias muy severas, por lo que la abadesa la reprendió por ello, porque haciéndolas se hacía su voluntad y no la de la abadesa, y que la Orden de monjas bernardas a la que pertenecían establecía que las penitencias fuesen moderadas para servir mejor a dicha Orden. Estando en esto, haría dos años y medio (que sería hacia finales de 1556 o muy a comienzos de 1557), que oyó decir que había un clérigo que se llamaba Astudillo, que era muy bueno y letrado y deseó conocerle en persona para comentarle cómo vivía ella sus penitencias. Pero él le reprendió que lo hiciese sin permiso de su abadesa, porque iba en perjuicio de su salud y por tanto de su Orden. De hecho doña Marina vio que su salud se agotaba y le salió una catarata en un ojo, y también por insistencia de las otras monjas aflojó en sus penitencias, pero no del todo, hasta el presente día. 

Pero en su confesión dijo que cuando pudo haber ofendido a Dios, fue desde que tuvo trato desde mediados de 155739 con doña Beatriz de Vivero, unas diez o doce veces, y donde le decía que creyese en Dios ciegamente para salvarse y tuviese fe viva. Al parecer doña Beatriz de Vivero venía siempre acompañada de doña Catalina de Ortega, que la instaba a meterse en la sangre de Cristo y la presentase como ofrenda al Padre Eterno por sus culpas, y se arrepintiese de ellas, ya que esa era la penitencia verdadera. De estos consejos se holgó mucho y lo trató (por este orden en su escrito) con doña Francisca de Zúñiga, Catalina de Reinoso, Felipa de Heredia, Catalina de Alcaraz, María de Miranda y Margarita de Santiasteban. 

Otro día doña Catalina de Ortega le preguntó a doña Marina si alguna vez le había dicho que no existía el Purgatorio, a lo que le respondió que no y se escandalizó por ello, por lo que doña Catalina se calló. También le hablaba mucho doña Catalina de la misericordia de Dios, y siempre riendo. Declaró que el trato con doña Catalina comenzó hacía unos dos años y que trató con ella unas diez o doce veces, y que se llamaban hermanas la una a la otra, que era un tratamiento que se hace con las otras monjas. 

A Juan Sánchez, criado de doña Catalina de Ortega, hacía que le conocía un año aproximadamente, desde mediados de 1558, y habló con él unas cuatro o cinco veces, y lo acompañó el platero Juan García una o dos veces, estando presentes unas veces unas monjas y otras veces otras. 

Un día Juan Sánchez le dijo que tenía un libro muy bueno sobre las Epístolas de San Pablo y se lo pidieron prestado por Cuaresma de 1558. Él se lo prestó a doña Marina y a su vez se lo pasó a doña Margarita de Santisteban, que esa misma noche le leyó en su celda algunos capítulos, seguramente por culpa de su catarata, mientras doña Marina estaba en un estrado. Sobre lo contenido en la lectura a doña Marina le pareció muy bien. Ese libro ya no lo volvió a ver hasta que el día que se trajo, que se lo llevó su reformador para entregarlo a los inquisidores. Doña Marina oyó decir que algunos capítulos se leyeron públicamente entre las monjas, y que se empezó a trasladar algunos capítulos en la celda de doña Francisca de Zúñiga. Y que cuando se enteró que los habían quemado, ella se entristeció y riñó a las monjas porque creía que no había nada malo en esos capítulos. Doña Marina pidió perdón a los inquisidores por su ignorancia y haber tomado por bueno lo que era malo. 

Referente al doctor Cazalla no pensó nunca que lo que decía en público o en privado fuese algo malo, porque era lo mismo. Que cierta vez vio unas gotas de sangre en la celda de una monja, y que le dijo que si por fuese por él quitaba todos los disciplinantes públicos, porque más importantes eran las ofensas a Dios, que el poco servicio y utilidad que le hacían esas disciplinas. Doña Marina dijo que no entendió muy bien qué quiso decir con eso el doctor Cazalla. También le oyó decir que durante un tiempo hizo esas penitencias, pero que nunca se halló tan bien con ellas como cuando se rogó a Dios y confió en su misericordia. 

CAPÍTULOS DE SU ACUSACIÓN 

Una vez finalizados todos los interrogatorios y declaraciones voluntarias de los testigos y de doña Marina, el fiscal Ramírez redactó los 24 puntos en los que basó su extensa acusación (foto 133-139). 

(Sin fecha). En primer lugar le recriminó ser la superiora y hacer mal uso de su cargo y de haber apostatado de la Fe Católica. 

  1. La señala por estar bautizada y ser monja del convento. 

  1. De creer en la justificación al modo de Lutero. 

  1. Que delante de otras personas dijo que no eran necesarias las obras como ayunos, penitencias ni oraciones para ir al cielo. 

  1. Que ha dicho que no existe el Purgatorio para las ánimas de los difuntos. 

  1. Que ha dicho a otras personas que bulas, indulgencias y jubileos que concede el papa no sirven para la salvación. 

  1. Que los sacrificios, misas, sufragios y ofrendas que se hacen por las ánimas del Purgatorio no son de provecho ni relevan a los difuntos de cosa alguna.  

  1. Que no hay más que tres sacramentos: Bautismo, Penitencia y Comunión, y el resto no tienen virtud. 

  1. Que comulgó con otras personas con pan y vino al estilo de como lo hacen los luteranos. 

  1. Que la Santa Iglesia Católica no está regida por el Espíritu Santo, ni tiene autoridad sobre los cristianos. 

  1. Que los que creyeren en la justificación, como la entienden los luteranos, tienen ganada la salvación, y no irán ni al infierno ni al purgatorio, y están en gracia de Dios. 

  1. Que daba gracias a Dios por haber abierto los ojos sobre la justificación y el Purgatorio, y darse cuenta de que la Iglesia Católica no era la verdadera. 

  1. Que dijo que la oración oral no era necesaria ni de provecho, y sí la mental, por lo que dejó de rezar sus horas canónicas y sus devociones conforme a la orden y Regla a la que pertenecía. 

  1. Que había leído ciertos libros, cartapacios y manuscritos que contenían los errores y herejías de la secta de Lutero. 

  1. Que había enviado muchas cartas y avisos a otras personas de fuera del convento para fortalecerse en su nueva creencia. 

  1. Que cuando supo que en Sevilla ya había denuncias dio aviso a otras personas para que callasen. 

  1. Que se llamaban unos a otros hermanos y se abrazaban con regocijo, y que los luteranos eran los verdaderos cristianos. 

  1. Que llamó cristianas a ciertas personas que habían sido hechas prisioneras de la Inquisición. 

  1. Que cuando les dijeron que las podían prender, ella aconsejó que respondiesen lo que les inspirase el Espíritu Santo, y que si a ella no la habían aún prendido tampoco lo harían con el resto. 

  1. Que cuando ciertas personas le aconsejaron que confesase sus pecados por ser todo burla, ella respondió que nada tenían que confesar y que no las denunciase ni descubriese lo que de ellas sabía. 

  1. Que dijo a cierta persona que cuando había misa de réquiem ella rezaba por los vivos y no por los muertos, que no lo necesitaban. 

  1. Que dijo que los cristianos (católicos) eran muy fariseos y ceremoniáticos, y que sabiendo que una persona no era de esta secta suya la tildó de gran farisea. 

  1. Que aseguró que deseaban ser quemadas por la defensa de la fe de Lutero, alabando a ese maldito heresiarca. 

  1. Que ha procurado maliciosamente no denunciar a otros miembros de la secta. 

  1. Que por todo ello se ha convertido en apóstata luterana y falsa creyente pertinaz. Por lo que estaba en sentencia de excomunión mayor, y por estar ligada su alma a ella, pedía las más graves y mayores penas y censuras por derecho común, relajando su persona a la curia y brazo seglar, para que tenga conveniente castigo y sirva para otros de ejemplo. 

Añadió el fiscal que sus confesiones no habían sido del todo completas para proteger a otros, por lo que la consideraba como <<ficta y simulada confitente y negativa>>, por lo que no se debe beneficiar de la reconciliación y unión con la Santa Madre Iglesia. 

Se le dio la oportunidad de responder a estos capítulos de la acusación. Ella pidió un pliego de papel y respondió el 6-3-1559, por escrito y firmado de su nombre, una a una las acusaciones.  

Por lo pronto dejó claro que las ideas de que no existía el purgatorio habían venido por parte de doña Catalina de Ortega y doña Francisca de Vivero, pero ella dijo que nunca les dio crédito, tal y como le dijo a doña Francisca de Zúñiga la seglar. Respecto a lo de las bulas e indulgencias no recordaba haber dicho tal cosa, y que nunca se apartó de lo que decía la Iglesia Católica. Respecto a las misas por los muertos dijo que no era cierto y que siempre ha dicho misas por sus ánimas. Respecto a que solo hay solo tres sacramentos, dijo que jamás dijo tal cosa, y siempre creyó lo que dijo la Iglesia. Sobre la Santa Madre Iglesia Católica y Apostólica de Roma, y si estaba o no inspirada por el Espíritu Santo, jamás lo dudó. Sobre que habló de Lutero en reuniones, dijo que el único que lo hizo fue don Francisco de Vivero y Catalina de Ortega. También negó que dejara de rezar sus horas canónicas, como manda su Orden. Religiosa. Sobre las cartas que intercambiaba, dijo que solo recibió la del doctor Cazalla. Respecto a que avisó a otros tras las detenciones de Sevilla, solo habló del tema con el clérigo Diego Gómez, capellán del convento, que le contó lo que pasaba, y sobre que me callase, nada tal le dijo. También lo comentó con una beata llamada Eufrosina, de la que quiso librarse y puso por testigo a la abadesa, y le pidió que no la dejase entrar en casa y también a la portera que no le abriese. Reconoció que quien le dijo que confesase ante la Inquisición, fue doña Francisca la seglar, y que ella dijo que ella no tenía que confesar nada. Sobre  lo que dijo que rezaba por los vivos y no por los muertos, reconoció ser verdad, pues había más peligro en los vivos de apartarse de Dios. Y lo firmó de su mano. Doña Marina de Guevara. 

0 Imagen, Imagen 

El 10-3-1559 doña Marina respondió a las acusaciones pero esta vez con su ayuda de un abogado, el doctor Vitoria, y así se cumplían en teoría todas las formalidades y garantías procesales, con asistencia letrada. El resto de los documentos del proceso casi no muestra la asistencia de un abogado en las numerosas alegaciones a las que respondió, por lo que el papel del letrado en defensa de su cliente fue hasta ese momento inexistente en la documentación. Después de la publicación de testigos ya aparece acompañando y asesorando a su defendida. Este doctor Vitoria será el mismo que defendió de oficio al resto de los procesados. 

A finales de junio de 1559 se le hizo público a doña Marina lo que de ella habían dicho los testigos ocultos el año anterior, pero sin decirle el nombre y apellido, a lo que ella respondió una a una esa lista de afirmaciones contra ella, pero sin añadir en substancia nada nuevo a lo que había declarado hasta el momento, ni nada que fuese tampoco contradictorio. Unas veces negó lo que se había dicho de ella, otras dijo no recordar haberlo dicho alguna vez, y también fue capaz de recordar e identificar quién, en su opinión, fue ese testigo que pudo haber dicho tal cosa de ella. 

El 5-7-1559, tras la publicación de testigos, doña Marina volvió a solicitar un pliego de papeles en blanco para poner por escrito su declaración, y matizar algunos puntos muy concretos de las alguna declaración que hizo contra ella algún testigo. El corto escrito iba sin fechar ni firmar, pero indudablemente escrito de su propia mano. 

El 6-7-1559 se volvió a traer ante los inquisidores a doña Marina, para ver si quería añadir algo más, para poder así concluir con este asunto. Ella respondió que no, pero <<rogó misericordia, como pedido tenía antes de ahora de todo lo que ha ofendido contra Dios Nuestro Señor>>, inmediatamente después fue devuelta a la cárcel. Aun así, los días siguientes siguió pidiendo o respondiendo a audiencias para seguir matizando lo que dijeron de ella los testigos encubiertos. 

TESTIGOS A FAVOR 

El 13-7-1559 los inquisidores plantearon las siguientes preguntas a las que debían responder los testigos presentados por la acusada: 

  1. Si conocen a la acusada. 

  1. Si saben que ella y sus padres son cristianos viejos e ilustres, y guardadores de la religión y preceptos. Que si iba al coro, rezaba, se confesaba y era muy obediente a sus superiores. 

  1. Que si saben que durante el tiempo que fue superiora del convento fue rigurosa y áspera con las otras monjas, y a consecuencia de esto era malquista entre algunas de ellas, y por lo tanto se habían excedido hablando mal de ella. 

  1. Si saben que algunas monjas, especialmente las que están presas, son temosas (tenaces y porfiadas en sostener una idea) y opinativas, tales que si a ellas se les dice que a mediodía no es de día, ellas se lo creen y lo jurarían, y que si algo han dicho de doña Marina, es por opinión que les habrá parecido. 

  1. Que si saben que las otras monjas presas se encubrían y apartaban de doña Marina, y no tenían comunicación ella de los errores de los que han sido acusadas. 

  1. Que si saben que doña Marina sabe poco y entiende mal lo que le dicen, y si es mujer que habla algunas palabras muy amontesadas, y que suenan algunas veces mal y tienen sentido de reír y otras veces de echar a mala parte, aunque saben que todo dice con buena intención y simpleza, porque no es mujer maliciosa, 

  1. Si saben que todo esto es público y notorio. 

El 18-7-1559 y el 24-7-1559 contestaron a estas cuestiones como sus testigos, de forma secreta y apartada: 

 

  • La Abadesa doña Ángela de Esquivel, de más de 50 años. 

  • Doña María de Luna, de 25 años poco más o menos. 

  • Doña Isabel de Guevara, de 45 años, prima segunda de doña Marina, que se criaron juntas con 8 y 5 años respectivamente. Esta doña Isabel aparecerá en 1562 como priora del convento de Belén. 

  • Doña María de Tovar, prima segunda de doña Marina, de 48 años poco más o menos. 

  • Doña Casilda de Zárate, fue la última en testificar el día 24, mientras las otras lo hicieron el 18 de julio. De 40 años de edad. 

  • Doña Luisa de Torres, de 30 años poco más o menos. 

A estas preguntas la abadesa contestó que las otras monjas presas antes se sacarían las niñas de sus ojos que hablar mal de doña Marina, por la gran amistad que tenían con ella, y antes hablarían mal de sus padres que contra doña Marina. También dijo que fue buena superiora y nunca la tuvo por mujer necia, sino por cuerda y sabia.  

Doña María de Luna dijo que si había reprendido a las monjas fue precisamente para que respetasen las normas de la Orden, y que por eso quizás algunas la querían mal, y que las únicas que no estaban a bien con ella eran la abadesa, la Priora y la cillera María de Villa. Curiosamente la abadesa y la cillera habían hablado previamente muy bien de ella. También dijo doña María de Luna, que oyó decir a alguien que doña Catalina de Reinoso había dicho sobre doña Marina: <<Me pesa que la hayamos engañado>>. También oyó decir a una sobrina de doña Marina, que se llama doña Inés Manrique, que las otras presas se guardaban de doña Marina, prueba de que ella no estaba involucrada al completo en este asunto.  

Doña Luisa de Torres dijo que las únicas que la querían mal eran la abadesa, la priora y la cillera María de Villa. Añadió que Doña Marina con el único que tenía mucha amistad era con el cura Antonio de Astudillo, que se sabe que nada tuvo que ver con este asunto, por lo que el doctor Cazalla y las otras monjas procuraron apartarlo de doña Marina. También señaló la testigo algo que había declarado varias veces doña Marina: su flaca memoria. Y por eso algunas veces doña Marina hacía esfuerzos por recordar y Francisca de Zúñiga se lo doraba (aclaraba): <<A vuestra merced dijeron esto, que si se lo dijeron sería por esto y por esto, de manera que se lo declaraba y ponía en términos de toda cristiandad y no de error>>. También señaló que su trato con el cura Astudillo era tan grande, que las monjas decían que no aprovecharían nada con ella. Y que doña Francisca de Zúñiga le dijo a doña Marina que no había que hacer obras (penitencias, oraciones etc), a lo que le respondió que convenía hacerlas, pero que no había que estar tan atado a ellas, como para pensar que con eso, les habría de dar Dios el cielo, y que cosa que no le hubiese dicho Antonio Astudillo que no se asentaría en ella. Desgraciadamente, pensamos, no se presentó este Astudillo como testigo del proceso, para corroborarlo o no. Finalizó doña Luisa de Torres con que si alguna vez doña Marina dijo algo en forma de gracia, no fue con mala intención, aunque ahora alguna persona le pueda dar mal entendimiento a su comentario jocoso. 

De nuevo el día 28-7-1559 el inquisidor le dijo a doña Marina con palabras blandas y de caridad, que por amor de Dios dijese toda la verdad, puesto que la comunicación con estas personas fue muy larga y numerosa, a lo que respondió que nada más tenía que decir.  

Después de esto se tomó declaración a un testigo anónimo sobrevenido, que dijo que hacía unos dos años (mediados de 1557), oyó decir a doña Marina que no eran necesarias tantas obras para ganar el cielo, pero tampoco las erradicó en su persona, pues luego la vio hacer muchas penitencias, disciplinas y abstinencias, y que hizo muchas obras de caridad y conventuales, como por ejemplo barrer, aunque fuese la superiora, y que toda la noche en el coro la vio rezando y suspirando y haciendo mil oraciones. 

PENA DE MUERTE 

El 29-7-1559 se acordó por votación la pena de muerte, de común acuerdo, entre Pedro Ponce de León, obispo de Ciudad Rodrigo; Juan de Figueroa, regente; Martín Antúñez de Briviesca, del Consejo Real; por los licenciados Villagómez y Castro, del Consejo de Indias; Pedro de la Gasca, obispo de Palencia y juez ordinario de esta diócesis40; el doctor Simancas, del Consejo de la Inquisición; más los inquisidores habituales, el licenciado Francisco Vaca, y el doctor Diego García del Riego. 

El único voto particular fue el del licenciado Villagómez, que propuso que fuese puesta a cuestión de tormento (torturada), y que después se tornase a ver su proceso. Los inquisidores dijeron que doña Marina habría tenido conversaciones e intercambio de cartas que no había querido declarar. 

El 30-9-1559 los inquisidores de este caso recibieron una extraña y enigmática carta por parte del inquisidor general y arzobispo de Sevilla, don Fernando Valdés y Salas, con fecha del día anterior (foto 263-264), donde les pedía que durante una audiencia, en un lugar aparte y en presencia del letrado de doña Marina, don Alonso….. (roto) [Téllez Girón], III señor de la Puebla de Montalbán41, y primo segundo de doña Marina, le hablase en secreto a la acusada. No sabemos por el documento qué es lo que se pretendía negociar en secreto con la prisionera, pero el hecho de que se interese el mismísimo inquisidor general, sospechamos quizás estuviese relacionado con Carranza, el arzobispo de Toledo, que había sido detenido justo unas pocas semanas antes. Es posible que Valdés estuviese en Belén buscando desesperadamente pruebas contra él42. 

Menéndez Pelayo ya señaló que el hecho de partir en dos los autos de fe en mayo y octubre, no fue para que Felipe II, que en mayo se encontraba en Flandes, pudiese ver el espectáculo que luego presidió en octubre -como sostuvo Llorente-, sino para mantener vivos a los tres testigos más importantes que había contra el arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza de Miranda43, que eran: don Carlos de Seso, Fray Domingo de Rojas y Pedro de Cazalla. 

La respuesta de Guigelmo a esta inusual propuesta del inquisidor general fue negativa, con el mismo parecer de Diego García del Riego y de Francisco Vaca, junto a los otros miembros del Consejo, como Meneses y el obispo de Palencia.  Dijo que veía muchos inconvenientes y que de ninguna manera debía dar lugar a ello. Lo primero porque iba contra las intenciones y estilo del Santo Oficio. Lo segundo porque si accedía doña Marina a confesar, ya no le serviría para nada pues su causa ya estaba determinada, y sería un gran escándalo en el pueblo, y estaba claro que don Alonso Téllez Girón, el señor de la Puebla de Montalbán, no guardaría su secreto y que también podía acontecer que doña Marina quisiese matarse con sus manos o inquietar las cárceles. Llegado este punto mandaron los miembros del Consejo que se saliese el secretario que levantaba las actas, para poder deliberar en secreto. Después el Inquisidor General Valdés le encargó que les dijese a los del Consejo que actuasen en conciencia si les parecía bien o mal que delante de ellos <<la hable bien>> (imaginamos que Alonso Téllez). 

La cronología de estos procesos es fundamental para poder entender lo que se nos ha ocultado de este caso. Qué pruebas buscaban y contra quién los inquisidores, cuando ya los principales implicados de la trama habían sido quemados en mayo de ese año, y cuando había pruebas más que suficientes para ajusticiar, solo tres semanas más tarde, a Carlos de Seso, Pedro Cazalla o Juan Sánchez, los presos aún vivos más importantes de esta trama. 

El inquisidor supremo, el inquisidor general Valdés, buscaba algo más.  

¿A quién creían los inquisidores que estaba encubriendo doña Marina tan importante como para que su pariente no pudiese guardar el secreto, provocar el suicidio de esta monja -cuando le restaban días de vida, y su vida les importaba ya bien poco-, para que pudiese escandalizar al pueblo, o sublevar a los presos en las cárceles y el secretario no pudiese ni oír las deliberaciones secretas para que no constara todo en acta? Y otra pregunta que nos hacemos, a quién querían que delatase doña Marina, para que mereciese ser torturada para obtener la información, después de meses de aislamiento, interrogatorios y privaciones. 

Tenía que ser alguien en lo más alto de la iglesia o de la familia real, no se nos ocurre otro, porque a los inquisidores no les tembló el pulso a la hora de condenar a miembros de la nobleza emparentados con obispos o con la nobleza más añeja del reino. 

Sea como fuere, prevaleció el criterio y el deseo del inquisidor Valdés. 

El 7-10-1559 por orden del inquisidor general  Valdés se mandó traer desde la cárcel a doña Marina, estando presente don Alonso Téllez Girón, vecino de Toledo, y el doctor Vitoria, letrado defensor de doña Marina, para que sin dilación confesase la verdad, porque es lo que todos sus deudos (parientes) desean. Y ella volvió a jurar que no tenía que decir otra cosa sin faltar a la verdad, por lo que don Alonso se fue y ella volvió a su prisión. 

Es muy posible que fuese verdad que doña Marina no tuviese nada más que decir, y así lo creemos. Pero si se cayó y pagó con la vida para no inculpar a otros, hubiese sido la única en no delatar a quien fuese necesario para su salvación. Y la única en ser consecuente con sus convicciones hasta el final, junto con Herrezuelo. 

El 8-10-1559 se firmó este domingo su extensa sentencia, con cuidada letra porque debía ser leída y firmada ante el rey en público, que resumía los puntos principales que mantuvo contra ella el fiscal de la causa, y se hizo un resumen general de todos los momentos de este proceso, pero no se tuvo en cuenta las explicaciones que adujo, sus afirmaciones de que jamás se había apartado de lo que mandaba la Iglesia, ni los ruegos de misericordia, por lo que se la condenó por hereje, apóstata, luterana, falsa creyente, pertinaz y de ser ficta y simulada confitente (dar testimonios falsos o fingidos). Los jueces alegaron que eran falsas sus evasivas y excusas, donde decía que nunca se creyó las ideas de Lutero, y que siempre tuvo dudas sobre ellas. Se le recriminó que por ser cristina vieja, de muy noble sangre y monja profesa, tenía la obligación de tener firmeza, por lo que se la relajaba al brazo seglar44 del corregidor de Valladolid, don Luis Osorio. 

0 Imagen, Imagen 

Firmas de la sentencia por el licenciado Francisco Vaca, el doctor Diego García del Riego, el licenciado Guigelmo y del obispo de Palencia (conde de Pernía) 

El documento dice que se leyó esta sentencia en la plaza principal de Valladolid, con auto público de fe, sobre un cadalso junto con los otros penitentes, en presencia de Su Católica Majestad el rey don Felipe, y los Serenísimos Príncipes doña Juana y don Carlos con toda la corte y Consejos de S.M. 

 

 

 

PROCESO CONTRA FRANCISCO DE VIVERO, CURA DE HORMIGOS45 

 

Para entender todo el complejo mundo familiar que unió a las familias Reinoso y Pérez de Cazalla, es importante tener presente el siguiente esquema genealógico: 

0 Imagen, Imagen 

Árbol genealógico familia Reinoso y Cazalla-Pérez de Vivero. En rojo los que fueron investigados o castigados en algún momento por la Inquisición 

 

El proceso comenzó con su orden de detención46, firmada contra Francisco de Vivero y sus hermanos el 23-4-1558 por el licenciado Guigelmo. El día 26 de abril se entregó en casa de este inquisidor. 

  • El primer testimonio contra él fue el 29-4-1558. Compareció en audiencia doña Ana Enríquez de Almansa47, hija de Alfonso Enríquez de Almansa, III marqués de Alcañices, y de su viuda Elvira de Rojas, nieta materna de los primeros marqueses de Poza, de 24 años, mujer de don Juan Alonso Mejía de Fonseca y Toledo48, señor de Villasbuenas (Salamanca), e hizo declaración por escrito.  

En su escrito habló de don Gonzalo Pérez de Vivero, hermano de los Cazallas y marido de Inés de Reinoso, la hija mayor de don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo. 

En su confesión (foto 17) dijo que don Carlos de Seso le había enviado una carta a don Francisco de Vivero, y saludaba a una monja clarisa hermana de los Cazallas, (sabemos que en ese convento estaban doña Juana y doña Leonor, y se trataba de doña Leonor). En su carta don Carlos le <<decía más que en el negocio de Gonzalo Pérez se hubiesen con suavidad, que no le diesen grandes bocados. El fin era que le enseñasen solo ahora el beneficio de Jesucristo, y que visto esto él vería lo demás. Esto creo yo lo que era su intención (…) esta carta me mostró Francisco de Vivero y yo se la pedí y la tuve algunos días en mi poder, y el día que oí lo de [Cristóbal] Padilla49 la quemé>>. Parte de esta carta se la leyó después a la hermana de la confesante, Marina de Rojas, monja en Santa Catalina. 

Por tanto sabemos, gracias a esta confesión de doña Ana Enríquez, que don Carlos de Seso y don Francisco Pérez de Vivero fueron los que estaban intentando atraer con mucho tiento al yerno del señor de Autillo. Tampoco llegó a aceptar la nueva religión la hermana de doña Ana, doña María por Pascua del año 1558, por lo que su hermano Francisco le dijo a doña María en la casa de su madre, la marquesa de Alcañices, doña Elvira de Rojas, que era una boba (sic) por no creer. Doña María le respondió que aunque intentaba creer lo que le decía no podía hacerlo (foto 33). 

Doña Ana Enríquez también dijo recordar en una declaración de mayo de 1559 que el licenciado [Francisco Pérez de] Herrera50 (foto 26 en PARES) le comentó a doña Beatriz de Vivero que había hablado a dos monjas parientes suyas, que no recordaba doña Ana quiénes ni dónde, sobre el tema de la justificación y las dejó muy consoladas. Imaginamos que se trataba de las hijas del señor de Autillo. Sin embargo ninguna de las dos lo denunciaron en sus procesos, y omitieron su nombre. 

El 9-7-1558 doña Ana Enríquez dijo que don Francisco le había dicho que la monja doña Francisca de Zúñiga, y hasta otras nueve o diez monjas, o hasta ocho, <<estaban muy buenas>>, dando a entender que estaban en los errores de Lutero. Con estas cifras es evidente que alguna monja se escapó de ser procesada, y más evidente que doña Francisca de Zúñiga era la más señalada de entre todas ellas. 

  • Luis de Rojas Enríquez, 25 años hijo de Sancho de Rojas, primogénito del II marqués de Pozas, Sancho de Rojas Sarmiento y doña Francisca Enríquez de Almansa, hija de Francisco Enríquez de Almansa, marqués de Alcañices e Isabel de la Mota de Toro. Sobrino del palentino don Pedro Sarmiento. Al perder el derecho al marquesado lo heredó su hermano don Sancho de Rojas Enríquez. 

 

  • También declaró contra Francisco Vivero don Pedro Sarmiento de Rojas, de 41 años, (foto 57 en PARES), vecino de Palencia, hijo de don Juan de Rojas (I marqués de Poza) y doña María Gómez de Sarmiento51, caballero de Santiago, comendador de Quintana, tío de doña Ana Enríquez. Casado con doña Mencía de Figueroa, 30 años, hija de los marqueses de Alcañices, dama de la reina. 

Mencía de Figueroa, vecina de Palencia, dijo que una noche vino a su casa don Francisco de Vivero muy agitado porque dijo que una mujer le había denunciado y que tenía la determinación de escapar del reino y le pidió dinero, pues solo tenía ciertas joyas que se las había dado una deuda suya, y que le parece que dijo que se la había dado una amada suya, y que ella y su marido don Pedro le aconsejaron que no lo hiciera, y se fuese a Valladolid a tratar personalmente su asunto (foto 67). Al día siguiente irrumpió de nuevo en su casa, dando un susto a su dueña, y le pidió dinero, caballos y vestidos diferentes de los que llevan los clérigos, y que tenía en la bosa unos sesenta o setenta reales para escapar, y desde entonces no lo volvió a ver más. 

  • También declaró doña Juana de Fonseca, mujer de don Álvaro de Lugo, señor de Villalba, de más de 30 años. Al parecer ella fue quien denunció a Francisco de Vivero, tirándole según él de la lengua y dejando decir todo lo que quisiera, aprovechando la confianza que había depositado en ella.  Dijo que le habían dicho don Francisco, doña Beatriz de Vivero y doña Ana Enríquez que en Valladolid ya había más de quinientos seguidores de su fe, y que en el monasterio de Belén había ocho monjas que siempre estaban alegres, y cuando les preguntaban que por qué ellas estaban así, se reían y callaban, y que María de Mendoza no era una de ellas (foto 86). 

 

  • Doña Beatriz de Vivero, 40 años declaró voluntariamente en este proceso contra su hermano el día 27-4-1559 pero para preguntar qué por qué estaba presa, a lo que le dijeron que lo sabría en su momento (foto 111). El 1-7-1558 dijo que había hablado con la monja doña Francisca de Zúñiga, y otras dos que no recordaba, y le dijo a la monja que Dios no venía en la hostia consagrada para estarse en la custodia, aunque dudosa al principio de que la monja lo creyera de corazón, pero no lo sabía de seguro, porque muchas veces le decía cosas a doña Francisca que no acababa de creer, y esa misma sensación le produjo a su hermano el cura don Francisco de Vivero después de hablar con ella en el monasterio de Belén (foto 120). Esto explicaría la paradoja de que doña Francisca fue quien primero aceptó y difundió esta nueva doctrina en el monasterio, y que después fue la primera en desdecirse y colaborar con la Inquisición, lo cual le acabó salvando la vida. 

Este día doña Beatriz confesó que le había dicho a fray Domingo de Rojas en casa de su madre doña Leonor de Vivero, un miércoles por la mañana, justo la semana antes de que la llevasen a la cárcel, que callase fray Domingo y encubriese todas estas cosas, porque no habría misericordia con ellos, y después lo que sucediese quedaría en sus conciencias. Y esa misma tarde el fraile volvió a casa de doña Beatriz para decirle que se quería ir a Palencia y que se quería marchar del país. A lo que doña Beatriz le dijo que se fuese con la bendición de Dios (folio 52 del proceso, foto 124 en PARES). 

Y que después de esto supo esta confesante que su hermano Francisco estaba en Palencia por una carta que le mandó su hermano Pedro de Cazalla desde Pedrosa. Y doña Beatriz al saberlo le hizo ahuecar (sic) a un criado de don Pedro de Sarmiento (vecino de Palencia), que estaba en Valladolid, para que fuese a Palencia a casa de su amo con 600 reales, para dárselos a su hermano, pero cree que no le halló al llegar a Palencia y se volvió a Cigales y después a Simancas, y desde allí le preguntó el criado qué debía hacer, y doña Beatriz le dijo que volviese de nuevo a Palencia, que allí había recaudo (seguridad), y como allí el criado tampoco encontró al fraile, y se fue a Autillo de Campos, desde donde escribió. Y que su hermano Gonzalo Pérez de Vivero, yerno del señor de Autillo, le escribió desde Valladolid para que don Francisco se volviese a esa villa (Valladolid), acompañado de don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo. Y que cree que así se hizo porque nunca más lo vio esta confesante. La presencia de don Francisco de Vivero en Autillo sabemos que se produjo entre los días 22 y 25 de abril de 1558.  

Doña Beatriz confirmó tras la publicación de testigos contra ella (testigo 5, capítulo 4), y dijo que efectivamente tenía conocimiento del envío de una carta escrita por su madre, y dijo que lo que manifestó el testigo era verdad: <<lo contenido en el capítulo es la verdad, y la letra de la carta era de doña Leonor de Vivero, mi madre. Y yo la notaba y era mi madre quien la escribía, y el que se había de ir era fray Domingo, y a quien escribieron era a don Pedro Sarmiento, y los dineros que enviaron fueron 400 reales que envió mi madre para que se fuese con fray Domingo Francisco de Vivero, y así lo comunicamos yo y la dicha mi madre. Y también la envié al dicho Francisco de Vivero al pie de 200 reales y coronas, y sobre esto escribimos otra vez yo, y doña Leonor mi madre, y doña Constanza una carta, la cual fue escrita de la dicha doña Leonor a Francisco de Vivero, que estaba en Autillo, en que le enviaban a decir que se viniese al lugar de doña Juana de Fonseca para saber de ella si había dicho algo contra él de sus negocios, y que desde allí se viniese luego (pronto) a esta villa [Valladolid]. Y desde Autillo escribió Jerónimo de Reinoso a Gonzalo Pérez [de Vivero, su yerno] que era la turbación, y grande, de Francisco de Vivero. Y el dicho Gonzalo Pérez le respondió que le suplicaba que luego (pronto) retrocediese a esta villa>>. 

0 Imagen, Imagen 

En rojo se señala la palabra Autillo 

 

  • Fray Domingo de Rojas, testigo 8, foto 161 y ss., tomó los hábitos en San Esteban de Salamanca, de 36 años. Dijo que comenzaron en esto muy poco antes de Navidad con don Carlos y Pedro de Cazalla y Francisco de Vivero. Dijo que don Pedro Cazalla le invitó a Pedrosa, y allí le hablaron Herrezuelo y su hermano Francisco por Cuaresma, y allí sucedió que enviudó doña Antonia de Branches y buscó consuelo en doña Beatriz, a la que oía con devoción como a un ángel, y ésta le presentó a su hermano Francisco. Que después de Navidad fueron con él los hermanos Francisco y Juan de Vivero a Logroño y allí siguió hablando del tema. Y después de Reyes a la vuelta, habló con Pedro y Francisco, en presencia de su sobrino Luis de Rojas y fingió que creía todo lo que le decían, y lo mismo hizo en Pedrosa con el bachiller Antonio Herrezuelo52. 

  • Según Isabel Domínguez, de 20 años, foto 181, criada de Beatriz, dijo que Fray Domingo en Cuaresma vino unas tres o cuatro veces a casa de doña Leonor, y cada vez se quedaba cuatro o cinco días. Y que sirviendo en la mesa oyó decir a fray Domingo, Francisco y Beatriz que no había purgatorio. Y que poco antes de ser detenida, tras servir la comida oyó a Francisco, Beatriz y al fraile decir que se querían ir a Alemania, y que el fraile les dijo que buscasen dinero, y le preguntaron a esta criada si se quería ir con ellos. 

 

  • Juan García, platero, foto 175, natural de León de Aguilar, de unos 32-33 años. El 4-6-1558 dijo que entabló relación hacía tres meses con Francisco de Vivero. Que hacía un mes y medio que le habló Antonio de Herrezuelo, pero no le llegó a tratar. 

 

  • Declaró Juan de Vivero, folio 82 y ss. (foto 187 en PARES), 35 años, de Valladolid, casado con doña Juana de Silva53. Que a principios de febrero fueron a Logroño él y su hermano Francisco, para traer a Valladolid a su hermana Juana de Vivero, y al llegar a casa de doña Juana se encontraron a don Carlos que había venido a visitarla. Y luego fueron invitados a una casa que tenía don Carlos a comer en la Fombera (La Rioja),  y de allí a Villamediana a ver a su esposa doña Isabel de Castilla, y don Carlos se quedó allí mientras que él y Francisco volvieron de nuevo a Logroño pasando por Valdespina a la ida con Fray Domingo de Rojas, y al tercer día vino don Carlos a Logroño54, y hablaron del tema en casa del licenciado Francisco Pérez Herrera, juez de contrabandos en Logroño (alcalde puertos secos). Dijo que Fray Domingo de Rojas quiso pasarse por Astudillo a ver a la condesa de Castro, a dos leguas de allí, y en el camino les habló de sus creencias teológicas. A la vuelta pasaron de nuevo por Valdespina. Cuando llegaron a Valladolid la marquesa de Alcañices quiso verles, y se juntaron una noche Juan, Francisco, Luis y fray Domingo en la casa de doña Leonor, y que fray trajo una imagen de los sacrificios a Baal para ilustrar lo que son las supercherías, y al día siguiente Juan le pidió a Francisco que le acompañase al convento de Belén a ver a las monjas hijas de Jerónimo de Reinoso, y que estando con ellas y otras cuatro o cinco, les repitió lo que había dicho Fray Domingo sobre el dios Baal. Todo esto de las monjas le pareció bien a Juan. 

 

  • Doña Francisca de Zúñiga la seglar, 34 años ( 88 del proceso, foto 199 y ss. En PARES), el 7-6-1558 dijo que un día vino a predicar al convento fray Luis de la Cruz, y que dijo que ahora no venía el Espíritu Santo como en el tiempo de los apóstoles (foto 205), y una de las hermanas le dijo: mira qué herejía ha dicho que niega la venida del Espíritu Santo, porque yendo una vez Francisco de Vivero a Pedrosa en el camino le hizo Dios mucha merced, dando a entender que le había venido el Espíritu Santo, y que Francisco de Vivero había hablado a Juana de Silva y ésta a Juan de Vivero, y que a todos los tres les había venido el Espíritu Santo, que era como el día de Pentecostés. También dijo que don Francisco había dicho que quería quemar una imagen de un Santo Domingo de Guzmán y que su hermana Beatriz se llevó un gran disgusto por ello. 

 

  • Doña Juana de Silva, esposa de Juan de Vivero, natural de Toledo, de entre 35 y 40 años (foto 213). Mujer muy parlera según dijo de ella una monja de Belén cuando la conoció. Dijo que dos o tres día antes de arrestar a Pedro de Cazalla en Pedrosa, Francisco de Vivero fue a Pedrosa y estaba muy apenado porque le había dicho a una señora en Valladolid, cuyo nombre no se acuerda, toda su doctrina, y que ella que le había denunciado a la Inquisición, y que se quería ir a Palencia a hablar a fray Domingo de Rojas, sin pasarse por Valladolid, y que pidió a su cuñada doña Juana de Silva una medalla de oro que pesaba hasta 7 ducados, y se la dio más un rosario de corales con extremos de oro, que podía pesar cada uno 4 reales. Con un brinquiño (pequeña alhaja) de oro y una imaginita, que pesaría todo hasta 12 ducados. 

 

 

  • Testificó en este proceso contra Francisco Vivero su hermano don Pedro de Cazalla, clérigo, testigo XIX, folio 100 (foto 227). Dijo el 3-10-1658 que llevaba unos cuatro años predicando y que le enseñó don Carlos de Seso estando en Pedrosa. Que es partidario de la justificación pero con buenas obras, porque si no sería como el árbol que no da frutos, que no sería buen árbol55. Y después lo enseñó su doctrina en Pedrosa al doctor Cazalla y a su hermano Juan y a su mujer56. Y no se acuerda si en ese momento o después a su hermano Francisco. Y que haría diez meses o un año se juntaron una noche en Palencia en casa de Pedro Sarmiento: Francisco Vivero, Beatriz de Vivero, don Pedro, fray Domingo y Luis de Rojas, y doña Mencía de Figueroa y allí vieron que eran todos de la misma opinión. Que don Carlos de Seso había traído de Italia unos libros por mandado de un inquisidor de Calahorra, que no nombró, y que le dijo que tenía una cédula suya en que le había mandado traerlos, y que a la sazón que él vino a Logroño desde Italia era que ya había muerto el inquisidor, que los quiso quemar y se los mostró a un fraile dominico, fray Hernando del Castillo, que creía que ahora estaba en San Gregorio de Valladolid, y los había tenido algunos días y se los devolvió (foto 242). Pedro de Cazalla le pidió prestado esos libros a Seso y se los llevó a Pedrosa. Y que también los vio en su casa Herrezuelo, Fray Domingo de Rojas y le prestó otro de Lutero a su hermano Francisco. 

0 Imagen, Imagen 

Dibujo de Ventura Pérez (1704-1784) donde se ve en lo alto al doctor Cazalla, y abajo a la derecha a su hermano Pedro amordazado. Debajo los otros condenados con sambenitos y capirotes 

 

 

  • Testificó doña Constanza de Vivero, viuda del contador del rey Hernando Ortiz, de 48 años. Cuando la vio pasar su hermano el doctor Cazalla frente al cadalso, le pidió clemencia a doña Juana, la princesa gobernadora, por ser madre de 13 hijos. Fue castigada con sambenito y cárcel perpetua. Testigo 20, folio 109 del proceso (foto 245). A doña Constanza, según Schäfer, no se le quitó el sambenito hasta 1568. 

 

  • Doña Francisca de Zúñiga, monja, testigo 21, folio 111 del proceso (foto 249 en PARES). El 16-8-1558 le tomaron declaración dentro de su celda porque estaba enferma, echada en una cama. Dijo que un día de la cuaresma pasada en la red, y no recuerda si estuvo presente su hermana Catalina de Reinoso, oyó decir a don Francisco de Vivero que no había purgatorio, y que siempre cuando hablaba se ponía el dedo en la boca para que le guardase secreto ante las otras monjas. También le habló de la justificación por la fe y de que también oyó lo mismo de boca del doctor Cazalla. El 1-9-1558 se ratificó en su declaración del día 16 de agosto pasado. 

0 Imagen, Imagen 

Testimonio de doña Francisca de Zúñiga la monja 

  • Francisco de Vivero, clérigo, 36 años. Folio 212 (foto 281). Su primera declaración fue el 30-4-1558. Estuvo cuatro días en la celda ante de llamarlo a declarar. Dijo que no conoció a sus abuelos. Le preguntaron que por qué creía que estaba en prisión, y dijo que porque habían prendido a sus hermanos. Dijo que creía que pudo haberlo denunciado doña Juana de Fonseca, de más de 30 años, mujer de Álvaro de Lugo, señor de Villalba, probable pariente del marido de doña Ana Enríquez, don Juan Alonso de Fonseca. Añadió que merecía que lo quemen y vino a que lo maten. Le preguntaron que con quién comunicaba y dijo que antes prefería la muerte que hacer mal a nadie, y que solo habló con dos o tres personas pero se negó a decir los nombres. El 25-5-1558 pidió dos pliegos de papel para hacer su confesión y entregó al día siguiente. 

Entre los papeles del proceso de pronto aparece una carta de su madre doña Leonor de Vivero, fechada en Valladolid el 28 de diciembre, suponemos que de 1557. Folio 123 (foto 285) allí dice: <<…de Málaga57 no he sabido más después que os escribí. Bien creo que serán ya velados, y que se hallaría allí Gonzalo Pérez, Dios le traya con bien>>. Parece que Gonzalo, el yerno del señor de Autillo, fue en un viaje corto a Málaga y asistió a una boda. Pero sabemos que en abril ya está en Valladolid, aconsejando por carta a su hermano Francisco que viniera a Valladolid con Reinoso para entregarse. 

0 Imagen, Imagen 

Firma en esta carta de doña Leonor de Vivero 

 

En su confesión escrita el día 26-5-1558 se inculpa de absolutamente todo, pide para él la muerte, se manifiesta arrepentido, colabora dando nombres: Carlos de Seso, su hermana Beatriz, Fray Domingo de Rojas, Antonia de Abranches, viuda de Luis Portocarrero, caballerizo mayor de Su Alteza, a la que exculpa completamente. Dice que su hermana María se llevó un gran disgusto y que si no llega a ser su hermana lo hubiese denunciado ella misma, por lo que tuvo que decirle que no se preocupara que todo se lo había dicho de burla. 

0 Imagen, Imagen 

Firma autógrafa de don Francisco de Vivero en esta declaración 

Dijo que el fin de febrero fue a Logroño, y trató de estas cosas en la Fombera, que es una heredad de don Carlos de Seso, y que era su amigo de hacía siete u ocho años. 

Que también trató de esto con don Luis de Rojas, hijo de don Sancho de Rojas, nieto del marqués de Pozas, en Valdespina en su viaje de ida y vuelta a Logroño, y estuvo presente a la ida fray Domingo de Rojas, pero no a la vuelta que lo hizo solo. Y que a finales de febrero habló del tema de la justificación a finales de febrero en casa de la marquesa de Alcañices, en Valladolid. También lo habló con don Pedro Sarmiento, hijo del I marqués de Poza, marido de doña Mencía y vecino de Palencia. También que hacía tres meses acá había comunicado con Juan Sánchez, natural de Astudillo, criado de su hermano Pedro Cazalla. Con doña Catalina de Ortega, hija del fiscal Hernando Díaz, tres o cuatro veces. 

El fiscal Ramírez le acusó de 45 delitos contra la Iglesia y sus dogmas de fe, que en su mayoría negó, dijo no acordarse o se remitió a sus confesiones. 

El 30-6-1558 después de que se redactaran los 45 puntos de su acusación le presentaron a su letrado defensor: el doctor Vitoria, el mismo que le asignaron a doña Marina de Guevara, por si quería alegar algo a las acusaciones. Él respondió que lo único que quería era morir pronto por Jesucristo, que le maten, todo lo dijo de forma alterada sin que le pudiese aplacar su letrado, y pidió cuatro pliegos de papel para responder.  

Lo hizo el 2-7-1558. Dijo que todo lo que confesó y firmó había sido fingido y que saquen la lengua y le corten la mano por haberlo hecho, y devolvió los cuatro pliegos sin escribir en ellos. El 5-7-1559 pidió disculpas por sus desatinos anteriores y dijo que quería vivir y colaboraría. Que se había comportado así porque había hablado a voces en latín con Antonio Herrezuelo tres o cuatro veces en la cárcel, y Herrezuelo le dijo que él tenía determinado morir por su causa. Esto, más haber escuchado los puntos de su acusación le habían sacado de quicio el día anterior. Después entregó una extensísima declaración teológica y respondió sosegadamente a los 45 puntos de su acusación, volviendo a aceptar la culpa por sus errores, y siendo pertinaz en otros. Y lo firmó de su nombre. Pero aun así tenía arranques, desafiando al inquisidor Riego a que en ocho días era capaz de convertirle a sus creencias, y por sus repetidos atrevimientos se le ordenó callar. Es difícil saber, en el estado de desorden mental de don Francisco cuándo decía verdad y cuándo fingía. 

El 3-9-1558 siguió pertinaz en sus errores. Por lo que los inquisidores, que decían que lo que querían era procurar su salvación, determinaron que hablase con él el padre benedictino fray Rodrigo de Vadillo, futuro obispo de Cefalú en Sicilia, predicador de S.M., por la relación que tenía con él, con sus padres y con sus hermanos. Francisco se holgó de esa propuesta y hablaron en confesión dos horas. El día 5 de septiembre volvieron a hablar ambos. 

El 8-10-1559 se trajo a una nueva audiencia y se hincó de rodillas, con el bonete en la mano dijo que se quería convertir, y dijo que hasta ese momento había tenido mucha pasión y enojo de sí mismo. En esta declaración y la siguiente acusó abiertamente a todo el mundo que tuvo algún trato con él, de forma incluso más amplia a la que había hecho el día 26 de mayo. 

El 9-10-1558 dijo que había hablado unas cinco o seis veces con las monjas de Belén (folio 154 del proceso, foto 349 en Pares), unas veces con todas y otras con algunas de ellas. También dijo que Juan García le había comentado que el clérigo Antonio Astudillo sabía del tema de la justificación ( 156, foto 353 en PARES), lo mismo que Juan Sánchez. Pero Astudillo no fue castigado, y no parece que fuese incluso investigado. 

En los folios 163vº-164, (foto 368-369) dice que salió de Pedrosa a Palencia pensando hallar allí a fray Domingo de Rojas en casa de don Pedro Sarmiento, y no le halló, y le dijeron que estaba en Valladolid. Y que yendo hacia allí para encontrarle, en un lugar cerca de Cigales envió a Daniel de la Cuadra58 para que le enviasen dinero, y que el dicho Daniel le dijo que Fray Domingo estaba en Palencia y que le llevaba recaudo, y que cuando llegó a Palencia le dijeron que fray Domingo ya se había ido, y porque no llevaba dinero le dio algo don Pedro Sarmiento, y no sabe cuánto le dio porque no lo contó. Y de allí fue camino de Logroño, y porque le dijeron que allí iba fray Domingo. Pero a un cuarto de legua decidió volverse para Palencia y se fue a Autillo, donde estuvo desde el viernes 22 de abril por la tarde hasta el día de San Marcos (25 de abril del calendario juliano), que era lunes. Y que de allí se vino a Valladolid, y el martes o el miércoles por la noche se vino a presentar al Santo Oficio. Según un documento ya vimos que se entregó el martes 26 de abril. Entre el viernes y el lunes-martes le dio tiempo a mandar y recibir una carta de su hermano Gonzalo en Valladolid. El día 23 se había orden de arresto para él y sus hermanos. 

0 Imagen, Imagen 

En rojo donde aparece la palabra Autillo citado en este proceso  

En el folio 192vº (foto 434 en PARES), una vez hecha publicación de testigos, pero sin decirle quién le había acusado concretamente, respondió a una declaración anónima que hicieron contra él, y dijo que supuso que tal cosa la debió decir doña Marina de Guevara en el convento de Belén, aunque en realidad lo había dicho doña Francisca de Zúñiga. Y dijo que doña Marina se había escandalizado mucho cuando le nombró a Lutero, pero que después las otras monjas se habían sosegado. 

El 16-12-1558 después de oír lo que habían dicho contra él de forma anónima los testigos, hizo una declaración por escrito. En ella reconoció haber aceptado la doctrina de Lutero, de lo que cual se arrepentía y retractaba. Dijo que esta doctrina se la enseñó su hermano Pedro rumbo a Pedrosa y le dijo que estaban en ello su hermano el doctor Cazalla, y a la vuelta a Valladolid el doctor le dijo que también estaban su hermano Juan y su esposa Juana de Silva Dijo que habló poco de estos temas con su hermano el doctor, al que le preguntó por el tema de las misas de réquiem, y que le dijo que no tenía respuesta para sí y que mal se la daría a otro. 

El 19-3-1558, (folio 199vº, foto 448 en PARES) día de San José, dijo estar viendo la procesión con andas del santo desde la azotea de la marquesa de Alcañices con doña Ana Enríquez y que le dijo que aborrecía de las profesiones de santos. 

El 22-12-1558 presentó la lista de preguntas a los testigos que se presentaron a su favor (foto 461): 

  • Fray Francisco de la Peña, dominico de 44 años. 

  • Fray Antonio de Arce, dominico de 32 años. 

  • Bachiller Malpartida, vive con el doctor Hernán Pérez. 

  • Sabino Astete. 

  • Fernando de Vivero. 

  • Gonzalo Pérez de Vivero y Cazalla, su hermano. 

  • Juan de Ribera, vecino de Valladolid, de 42 años 

  • Pedro de Baeza. 

  • Licenciado Villamayor. 

  • Buenaventura, monja en Santa Catalina. 

  • Doña Catalina de Velasco, monja de Santa Catalina. 

Las preguntas eran muy simples, si había sido un buen cura y había siempre cumplido con sus obligaciones como tal, de forma que las únicas respuestas no pudiesen ser otra cosa más que positivas, pero también implicaban respuestas insustanciales, casi con monosílabos, que en poco le podían ayudar en su defensa, y a nosotros para obtener información. 

El 16-2-1559 todos los miembros de la Inquisición del Santo oficio, de forma unánime acordaron su degradación como clérigo, confiscación de bienes y su entrega al brazo secular, lo que supuso su muerte el 21-5-1559. 

Según Llorente, -que solía utilizar fuentes bien informadas, hoy muchas de ellas desparecidas-, don Francisco Pérez de Vivero en el momento de su muerte vio a su lado a su hermano el doctor Agustín Cazalla muy débil, arrepentido y fervoroso de la fe católica, y eso le hizo reírse de las últimas exhortaciones públicas que hizo su hermano. Le hizo un gesto de desprecio, como quien le trataba de débil, y murió sereno y sin manifestar pena ni señal de arrepentimiento. De ser así, todas las manifestaciones y testimonios últimos ante los inquisidores fueron fingidos, o bien fue el último gesto de sus habituales cambios de opinión que hemos visto durante su proceso. Murió a garrote y después quemado. 

0 Imagen, Imagen 

Francisco Pérez de Vivero, entre el zamorano Cristóbal del Campo/Ocampo y su hermana Constanza, camino de la hoguera 

 

AUTILLO Y UN HEREJE A LA FUGA: FRANCISCO PÉREZ DE VIVERO 

Gracias a los pocos procesos inquisitoriales que aún se conservan, podemos reconstruir cronológicamente los derroteros y las causas que trajeron a Autillo a este hereje a la fuga, y su posterior entrega voluntaria partiendo de este pueblo. 

Fueron cuatro los herejes luteranos que intentaron la fuga al extranjero: Carlos de Seso y fray Domingo de Rojas, que fueron detenidos en Pamplona cuando se dirigían a la frontera de Francia; Juan Sánchez59, que logró llegar a Flandes en un barco saliendo desde Castro-Urdiales, pero que fue detenido en Turlingen (Tuttlingen, Alemania) y devuelto preso a Valladolid; y Francisco, el hermano del doctor Cazalla que comenzó su errática huida, pasó por Autillo y allí decidió fatalmente entregarse a la Inquisición. Por tanto, ninguno de los cuatro prófugos logró su intento. 

Cronología de unos viajes y de una huida 

Enero-febrero 1558 

 La conversión de don Francisco se había producido en el otoño de 1557, cuando después de las vendimias y una gran epidemia de catarro, decidieron venir desde Valladolid hasta Pedrosa don Francisco de Vivero y su hermano Pedro, cura en este pueblo. En el camino fue cuando Pedro catequizó a su hermano Francisco. 

 

Después de esta conversión, Francisco Pérez de Vivero, su hermano Juan y fray Domingo de Rojas viajaron a Logroño a recoger a su hermana doña Juana para traerla a Valladolid. En el camino de ida pasaron primero por Valdespina, señorío de los Rojas marqueses de Poza. Fray Domingo antes de partir a Logroño quiso pasar primero por Astudillo (a dos leguas de Valdespina), para saludar a la condesa de Castro60. En el camino a Astudillo los tres trataron de estas cuestiones religiosas. Cuando llegaron a Logroño se encontraron a don Carlos de Seso, que les invitó a comer en la Fombera y a Villamediana, donde estaba la esposa de don Carlos. En Logroño tuvieron la oportunidad de conocer a Francisco Pérez Herrera, juez de contrabandos, y que acabaría también en la hoguera. 

 

A la vuelta pasaron de nuevo por Valdespina, y ya en Valladolid se volvieron a juntar en casa de la marquesa de Alcañices, donde estaba también su hijo Luis Enríquez. Allí fue cuando fray Domingo les sacó y comentó una ilustración de los vanos e inútiles sacrificios al Dios Baal. El ejemplo de la escena le gustó mucho a Juan Pérez de Vivero, y junto a su hermano Francisco, acudieron al día siguiente al convento de Belén, con tanto éxito que inspiró a Catalina de Reinoso a comentarlo en el coro al resto de monjas. 

Carnaval de 1558 

Francisco Pérez de Vivero y fray Domingo vinieron a Pedrosa a casa de Pedro de Cazalla, y allí se reunieron con Herrezuelo, que vino desde Toro. Después tornó a Valladolid. 

Semana Santa 1558 (25 marzo-2 abril, según calendario juliano) 

Francisco Pérez de Vivero vuelve a Pedrosa de nuevo, pero esta vez porque sospecha que doña Juana de Fonseca le ha podido denunciar a la Inquisición, y por eso se refugia en casa de su hermano el cura Pedro Cazalla, pidiendo consejo y consuelo. Allí se entera de la orden de arresto de Padilla 

 

Cuando se enteró del arresto de Padilla, doña Ana Enríquez fue cuando quemó la carta de Carlos de Seso a Francisco Pérez de Vivero, donde le decía que la conversión de don Gonzalo sería cuestión de tiempo y paciencia, hasta que él la aceptase. 

 

En esta Semana Santa estaban también en Pedrosa sus hermanos Gonzalo y Juan Pérez de Vivero. Su hermano Pedro lo vio muy nervioso y le preguntó que por qué estaba tan triste, y Francisco se lo confiesa todo, que ha sido denunciado.  

3-4-1558 (calendario juliano), Lunes de Resurrección 

Pedro de Cazalla, por ruego de su hermano Gonzalo Pérez de Vivero, predicó por última vez en Pedrosa el Domingo de Resurrección. Al día siguiente, lunes, ambos hermanos se fueron a Valladolid a esperar acontecimientos y recibir informaciones, allí les dicen que efectivamente han denunciado a su hermano Francisco. Francisco se había quedado unos días en Pedrosa con su cuñada doña Juana de Silva. Muy alterado decidió que lo mejor era irse a Palencia sin pasar por Valladolid por temor a ser allí apresado. Como necesita dinero le pide unas joyas a su cuñada.  

 

En algún momento don Pedro volvió a Pedrosa porque desde allí le dijo a su hermana Beatriz que Francisco se había ido a Palencia sin pasar por su casa de Valladolid. Dos o tres días más tarde de marcharse a Palencia detuvieron a don Pedro de Cazalla en Pedrosa. 

15-4-1558, miércoles 

Fray Domingo de Rojas le dice a Beatriz Pérez de Vivero que se va del país pasando primero por Palencia, sin duda para avisar y entrevistarse con Pedro Sarmiento y su esposa Mencía de Figueroa. Le prestaron joyas, ropas, caballo, sombrero y dinero. También se quitó la coronilla para disfrazarse de paisano. Después se dirigió a Logroño para contactar con don Carlos de Seso, y convencerle para salir juntos fuera de España.  

 

Según la versión de doña Beatriz da en Valladolid 600 reales a un criado de don Pedro Sarmiento, para que fuese a Palencia y entregárselos a su hermano, creyendo que estaba allí. Pero el criado no lo encuentra en Palencia y lo busca en Cigales y Simancas. El criado al no hallarlo ahí tampoco, recibe la orden de doña Beatriz Pérez de Vivero para que volviese de nuevo a Palencia, y al no hallarlo por segunda vez se fue a Autillo, donde seguramente lo encontró informado por su amo don Pedro Sarmiento. 

 

Según la versión más fiable del propio Francisco de Vivero en su declaración, fue a Palencia en busca del Fray Domingo y le dijeron que estaba en Valladolid, por lo que se acercó a Cigales y allí le pidió a Diego de Cuadra que fuese él a Valladolid a por dinero. En Valladolid le dijeron a este Diego que el fraile estaba ya en Palencia, por lo que vino de vuelta y le dijo a Francisco que llevaba recaudo para el fraile. Es muy posible que los dos partieran juntos rumbo a Palencia. 

 

Francisco, pocos días antes del día 22 de abril y de dirigirse a Autillo, llega a Palencia a casa de Pedro Sarmiento. Pero Sarmiento le dice que fray Domingo de Rojas hacía poco que se había ido a Logroño, y decide ir tras sus pasos. Nada más salir de Palencia cambió de idea y se dirigió a Autillo de Campos, buscando ayuda del suegro de su hermano Gonzalo. 

22-4-1558, viernes 

Francisco Pérez de Vivero llega a Autillo por la tarde. Desde allí don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo, informa y pide consejo a su madre y a su hermano Gonzalo, que nunca estuvo implicado ni llegó a ser miembro convencido del grupo de herejes. Les comenta en la carta el grado de turbación, y grande, en el que está don Francisco. En Autillo recibió en respuesta una carta de su madre doña Leonor, de Beatriz y de  Constanza, y otra de su hermano Gonzalo, que le aconseja que se entregue en Valladolid, acompañado del señor de Autillo. La idea de Gonzalo, su madre y sus dos hermanas es que vuelva cuanto antes  a Valladolid y se asegure primero de si doña Juana de Fonseca le ha denunciado o no, y en qué términos. La distancia entre Autillo y Valladolid era más o menos el límite que podía recorrer en aquel tiempo un caballo en 24 horas. Esto nos da idea de la premura en enviar, recibir y redactar dos cartas entre ambas localidades durante los dos días y medio efectivos que estuvo Francisco Pérez de Vivero refugiado en Autillo. 

23-4-1558, sábado 

Orden de detención contra don Francisco y contra los hermanos Cazalla. 

25-4-1558, lunes 

Francisco Pérez de Vivero sale de Autillo para entregarse a la Inquisición de Valladolid. Va acompañado, siguiendo el consejo de su hermano Gonzalo, del señor de Autillo. Suponemos que su compañía sería la prueba de que si lo interceptaban por el camino, acompañado de una persona mayor y de prestigio social, podía alegar que iba a Valladolid para entregarse, y que no se le había arrestado de forma fortuita mientras huía. Don Jerónimo también tendría serios motivos para ir también a Valladolid e interesarse por sus hijas, aún no detenidas. Francisco le entrega a don Jerónimo de Reinoso en su viaje conjunto a Valladolid, las joyas que debía devolver a su cuñada, Juana de Silva, y que le había prestado en Pedrosa para su huida. 

26-4-1558, martes 

Francisco Pérez de Vivero se entrega voluntariamente en la casa del inquisidor Guigelmo. Le dijo que el padre fray Domingo de Rojas61, don Pedro de Sarmiento, doña Mencía de Figueroa, su mujer, Francisca de Vivero, doña Beatriz de Vivero y él mismo, ya tenían concertado de irse a vivir a Alemania en libertad. En ese contexto don Francisco había empezado a pedir a otros dinero prestado. 

 

 

 

 

 

PROCESO CONTRA FRAY DOMINGO DE ROJAS 

 

Para entender el galimatías genealógico de las familias Enríquez y Rojas, y comprender que los grupúsculos luteranos vallisoletanos de 1559, constituyen fundamentalmente grupos familiares cercanos y muy cerrados, es fundamental tener muy presentes los árboles genealógicos de las familias Reinoso (judeoconversa en una parte), Cazalla-Pérez de Vivero (judeoconversa por los cuatro costados), Guevara (cristianos viejos), Enríquez y Rojas (cristianos viejos). 

No resulta fácil realizar un árbol genealógico de estas familias que han procurado eliminar de sus registros el estigma de haber tenido herejes entre sus ramas. A eso se añade las confusiones tan habituales entre los genealogistas e historiadores, por lo que proponemos este árbol con todas las precauciones, y el ruego que se me perdone si induzco a error a otros que me sigan. 

0 Imagen, Imagen 

Árbol genealógico de los marqueses de Alcañices y Poza. Ambas familias están conectadas de forma que hay dos tíos (fray Domingo de Rojas y Pedro Sarmiento) y una sobrina (Ana Enríquez) y un sobrino (Luis de Rojas). En recuadros rojos los que fueron condenados por la Inquisición en 1559. También vemos que una mujer de familia Enríquez (Francisca, repetida en el árbol por ser esposa de Sancho) pasa a formar parte de la familia Rojas por casamiento, y una Rojas (Elvira) se casa con un Enríquez. Dos concuñados se casan con dos concuñadas. 

En los procesos que se conservan de Francisco Pérez de Vivero y de su hermano Pedro se puede ver la enorme importancia dogmatizante que tuvo este personaje, y además verdadero nexo de unión entre los Cazalla, los Enríquez y los Rojas. Fray Luis de León le dijo en una carta a Carranza que este fraiile había sido el maestro de sus hermanos y sobrinos. Y en el esquema de arriba se puede apreciar su posición pivotante en esta trama. 

Fray Domingo de Rojas aparece ya preso y declarando el 17-5-1558 después de haber sido detenido en Pamplona huyendo hacia Francia con don Carlos de Seso. De unos 36 años edad. Su maestro fue Pedro Cazalla desde el verano pasado de 1557 

Ya le avisaron en la iglesia de San Pablo de que sospechaban de él hacia el 15-8-1557, pero él se rio de la advertencia por sentirse inocente. Luego el domingo anterior a la cananea estaba en Monzón y recibió una carta e aviso. Que cuando se fue a Palencia ciertas personas que no citó, le dieron una cadena de oro, 100 reales, un caballo, el vestido que llevaba puesto, un capote verde, un sayo de telilla y un sombrero de terciopelo, y se dirigió a Logroño acompañado de un mozo, porque allí conocía al alcalde mayor de los cargos o sacas de S.M. (aduanas) (Francisco Pérez de Herrera, luego garrote y quemado)  y que le daría paso. Antes de llegar a Logroño se mudó de traje y no se quitó la corona (¿coronilla?). Allí le habló a Pérez de Herrera, pero que le dijo que no podía pasar con el caballo, la cadena y el dinero, pero le remitió a una persona que vivía cerca en Villamediana, (se refería a don Carlos de Seso) que era un conocido de fray Domingo, y aquel le fio lo que necesitaba, haciéndose pasar el fraile por un tal <<fulano de Castro>>.  Le contó lo revuelta que estaba Valladolid, a fin de meterle miedo a ser detenido por lo que de él también se decía, y que así le acompañase para pasar las montañas rumbo a Francia, con la excusa de que su madre había muerto en Verona, (ya que don Carlos era italiano). Envió un aviso a alguien en Burguete (pueblo navarro que hace frontera con Francia), para que le facilitasen el paso aunque lo impidiesen los soldados. Pero ambos fueron detenidos en Pamplona y llevados a Valladolid, pasando por Calahorra. Los introdujeron presos en la ciudad aprovechando la noche para evitar tumultos y linchamientos. Fue quemado junto a don Carlos de Seso y las monjas de Belén el 21-8-1559. 

 

 

PROCESO CONTRA PEDRO CAZALLA, CURA DE PEDROSA DEL REY (VALLADOLID) 

 

El proceso62 comienza con su orden de detención el 23-4-1558. Edad 33 años y medio. Cuando se le preguntó que por qué creía que lo habían apresado pidió papel para escribir su declaración autógrafa del 4-5-1558 

En ella dijo que conocía don Carlos de Seso desde hacía 14 años y que desde hacía 4 años que trataba con él de temas de religión. Dijo que le influyeron dos sermones de pasión, que al principio le escandalizaron, y que dio en Santa Catalina don Bartolomé de Carranza y Miranda, que llegó a ser arzobispo de Toledo. Trataron este tema don Pedro, don Carlos y el arzobispo, y ya no se volvió a hablar más del asunto porque Carranza se fue a Inglaterra. Al mes siguiente nombraron corregidor de Toro a don Carlos, que está a tres leguas de Pedrosa (16,5 km). Esa cercanía hizo posible que conociese a Herrezuelo y a Padilla63, con el que habló un par de veces, y don Pedro les reprendió que le hablasen de estos temas. También fue autodidacta su criado Juan Sánchez, al que trató por eso con aspereza y decidió irse de su casa, y don  Pedro se holgó de que lo hiciese. También trató con fray Domingo de Rojas, hijo del marqués de Poza, que era su amigo por haber estudiado juntos. Fray Domingo le dijo que ya llevaba 14 años pensando en este tema del purgatorio y la justificación, y que lo había aprendido del arzobispo Carranza. Desde este momento las relaciones entre el arzobispo y don Carlos de Seso pasan a tener mayor  protagonismo en todo el proceso de don Pedro. Le asignaron al ya conocido doctor Vitoria como letrado de todos los presos para su defensa. 

0 Imagen, Imagen 

Firma de don Pedro de Cazalla en su primera declaración 

Al principio no quiso delatar a nadie del núcleo vallisoletano, pero cuando empezó a colaborar en el mes de octubre, no dejó a nadie sin señalar. Entre otras personas a las que señaló, dijo que habló unas cuatro veces con las monjas de Belén, y se dio cuenta de que ya estaban iniciadas en el tema, y que sospechaba que pudo ser por el cura Antonio de Astudillo, que un día fue por Pedrosa y habló con don Carlos de Seso, hacía unos tres años. Citó a las monjas habituales y añadió a Isabel de Guevara, hija del doctor Guevara. Sin embargo, tanto Isabel como Astudillo no fueron procesados por herejía, y salieron indemnes. También incluyó al canónigo Mérida de Palencia. El 13-7-1559 aclaró que doña Isabel de Guevara no debía ser tratada como el resto de las monjas, porque no le consta que estuviese en estas cosas y que nunca habló con ella ( 166vº, foto 368 en PARES). 

Aunque hay autores que incluyen a don Pedro Cazalla en la lista de condenados a muerte en el primer auto de 21 de mayo de 1559, éste seguía bien vivo como es bien patente por los documentos de su proceso. El 15-9-1559 se presentó ante los inquisidores Gonzalo de Posada, ayudante del alcaide la cárcel de la Inquisición, y les informó de que Solórzano, preso en del Santo Oficio, compañero de celda de Pedro de Cazalla, le había dicho que Pedro de Cazalla sabía que el arzobispo Carranza también estaba preso con guardias, pero ignoraba cómo éste se había enterado. Ciertamente el arzobispo había sido encarcelado el 23-8-1559. El 4-10-1559 se le pidió que ratificase y diese algún detalle más de lo que había dicho sobre el arzobispo Carranza. A los inquisidores les interesó saber especialmente cuándo había predicado el arzobispo sus sermones y ante qué personas. Don Pedro respondió que fue cuando él era aún mozo, y recordemos que en este momento tenía 33 años ( 169, foto 371). Declaró que esos sermones los había leído además por escrito, y los tenía Sabino Bernal y Fonseca, y debían estar en el monasterio de Santa Catalina. En cualquier caso dijo que esos sermones escritos andaban de mano (sic). 

De nada le sirvieron a don Pedro de Cazalla sus últimas declaraciones de octubre, diecisiete días antes de ser ajusticiado. Alguno de los jueces ya habían votado su pena de muerte ocho meses antes, desde el 10-2-155964. Se le consideró en febrero como simulado confitente. Otros, como el obispo de Palencia fueron partidarios de reconciliarlo con la iglesia (perdonar su vida), pero con sambenito, cárcel perpetua y silencio sobre este tema para el resto de su vida. El 20-2-1559 se volvió a votar su caso en presencia del inquisidor general, el arzobispo de Sevilla, y esta vez el voto fue unánime a favor de que fuese relajado al brazo y justicia seglar, o sea, que la justicia civil fuese la encargada de ajusticiarlo. 

En la sentencia definitiva se dice que el fiscal señaló que los Cazalla-Pérez de Vivero eran de <<linaje y casta de judíos convertidos por parte de Pedro de Cazalla, su padre, por todas partes. Y por parte de doña Leonor de Vivero, su madre, por ser hija de doña Constanza Ortiz>>. Constanza fue esposa de Juan de Vivero, acusada y absuelta de judaizante en Valladolid en 1529-153265. 

Es muy posible que no se quemara a don Pedro ni a don Carlos de Seso, ni a Fray Domingo de Rojas en el primer auto de fe del 21 de mayo, porque vivos podían proporcionar más información sobre el arzobispo de Toledo, y así obtener más pruebas que le pudiesen implicar. 

0 Imagen, Imagen 

0 Imagen, Imagen 

Sentencia de muerte firmada contra Pedro de Cazalla, donde se enumera los miembros de la familia real que estuvieron presentes como testigos del auto de fe el 8-10-1559: el rey Felipe II, su hijo el príncipe don Carlos, su hermana Juana princesa de Portugal, con toda su corte y grandes del reino y otra mucha gente. 

 

  • Testificó contra él doña Juana de Fonseca, mujer de Álvaro de Lugo, señor de Villalba, de más de 30 años,  dijo que oyó decir a Beatriz de Vivero y a Francisco que en Pedrosa había unos 17 o 18 de esta creencia (foto 13 en PARES). 

 

  • Luego lo hizo Isabel de Estrada, 35-36 años, vecina de Pedrosa, (muerta a garrote y quemada en el auto) Hizo sin duda las mejores, más extensas y precisas declaración de todo el proceso los días  6, 8, 11, 13 de julio de 155866 

Declaró que hacía dos años, en la Cuaresma de 1556, que el primero que le habló abiertamente de este tema fue don Pedro de Cazalla en la iglesia de Santa Cruz en Pedrosa. Pero que ya había oído hablar de Lutero y su religión cuando el rey Felipe fue a Inglaterra (julio de 1554). Tres o cuatro semanas después de su primera charla con don Pedro vino a Pedrosa del Rey don Carlos de Seso, ese mismo día le conoció y se quedó a dormir en casa de Isabel de Estrada. 

Dijo que un año y medio antes, vino el doctor Agustín Cazalla desde Salamanca hasta Pedrosa, pasando primero por Toro, donde posó en casa del corregidor, don Carlos de Seso, y cuando vino a casa de su hermano Pedro, tomaron dos sillas, se encerraron un buen rato a hablar a solas, y cuando salió le dijo Pedro de Cazalla a esta Isabel que se santiguase y no dijese nunca nada, porque su hermano el doctor Agustín Cazalla venía de Toro escandalizado al oír de don Carlos palabras propias de un hereje. Al poco vino a Pedrosa don Carlos a Pedrosa y se alojó en casa del cura. De Pedrosa fue don Pedro a Valladolid y estuvo unos tres o cuatro meses, y a la vuelta le dijo a Isabel de Estrada que había hablado durante este tiempo con su hermano el doctor Agustín Cazalla y ya estaba cerca de abrazar la nueva creencia sobre el purgatorio y la justificación, pues había hablado con él mucho tiempo. A los 8 o 9 días Pedro Cazalla y Carlos de Seso escribieron al doctor Agustín Cazalla, que seguía en Valladolid, y de allí a un mes o poco más, vino el doctor a Pedrosa y allí vino don Carlos desde Toro para juntarse los tres; Carlos, Agustín y Pedro. Tras esta entrevista, Isabel de Estrada le preguntó a don Carlos si el doctor Cazalla ya era uno de los suyos, y ella le dijo que el doctor era un traidor, que no se le quería declarar, <<más déjamele, que yo le tengo que hacer que se me declare, que yo le tengo de coger a él también, como él a mí>>, (folio 27, foto 55 en PARES). 

Después de esto, dijo Isabel Estrada que Juan de Vivero y su esposa Juana de Silva, se fueron a vivir a Pedrosa dos meses cuando el catarro grande, que sería por las vendimias (foto 56 en Pares), y que luego se fueron a Palencia y volvieron a Valladolid, y allí estuvieron el doctor Cazalla, don Carlos y Pedro, y cuando volvió Pedro a Pedrosa se trajo a su hermano Francisco Pérez de Vivero, y en el camino fue cuando le habló del asunto y se convirtió a la nueva doctrina. 

Prosiguió diciendo que el día de carnaval de 1558 vinieron a Pedrosa fray Domingo de Rojas y don Francisco de Vivero, y escribieron a Toro para que viniese el bachiller Herrezuelo a Pedrosa. Y se fue de Pedrosa Francisco (suponemos que a Valladolid) junto con Herrezuelo, y se quedó en Pedrosa fray Domingo para predicar el domingo primero de Cuaresma. Y que por Pascua de Flores (Resurrección) fueron a Pedrosa a prender a Cristóbal Padilla67, criado y preceptor de los hijos de la marquesa de Alcañices, pero éste se había ido a Zamora, aconsejado por el bachiller  Herrezuelo,  y a la vuelta a Toro lo apresaron. En ese momento estaba en Pedrosa don Francisco de Vivero y al enterarse de que iban a por Padilla, estaba tan alterado y afligido que decidió irse a Palencia sin pasar por Valladolid. 

Según testimonio de Isabel de Estrada, cuando Francisco fue a Pedrosa, estaba también don Gonzalo Pérez de Vivero, su hermano y yerno del señor de Autillo, y le preguntó don Pedro que por qué estaba tan triste, y fue cuando le dijo que creía que le había denunciado en Valladolid doña Juana de Fonseca y por eso fue a refugiarse a Pedrosa. Su hermano Pedro le consoló y animó como pudo, y le dijo que pues ya estaba hecho y Dios lo había querido, que fuese su voluntad. Dijo que don Pedro Cazalla quiso predicar ese domingo, y así se lo había rogado su hermano Gonzalo Pérez de Vivero. Y aquella noche, (que era Sábado de Resurrección), don Pedro se acostó muy triste, y empezó a llorar y a sollozar con suspiros, y dijo que al día siguiente domingo quería hartarse de predicar porque quizás no lo pudiese hacer más. El lunes siguiente Gonzalo Pérez de Vivero y el cura don Pedro de Cazalla se fueron a Valladolid (folio 32vº, foto 66 en PARES). 

  • Juan de Vivero ya estaba declarando el 20-5-1558. Dijo que hacía siete meses (octubre) que por la dolencia pasada (epidemia de catarro), se fue a vivir a Pedrosa, y por la Pascua de Navidad de 1557 su hermano Pedro le hizo dudar sobre el sacramento de la Confesión. Y al cabo de cinco meses vino por allí fray Domingo de Rojas, a dar un pregón el primer domingo de Cuaresma pasada del año 1558, y estuvo tres o cuatro días en casa de su hermano Pedro y allí hablaron de muchas cosas sobre las epístolas de san Pablo y pasos del Evangelio, y antes de despedirse comulgó con pan y vino con todos ellos. Según él Fray Domingo instruyó a Pedro, Francisco, Ana Enríquez de Rojas, Pedro Sarmiento y su mujer, y a don Luis de Rojas. 

 El 10-10-1558 Francisco de Vivero dijo que se enteró de que lo habían denunciado (proceso contra Pedro de Cazalla, folio 61, foto 127 en PARES), porque cuando le dijo a su hermano Pedro que lo habían denunciado, éste se vino de Pedrosa a Valladolid con su hermano Gonzalo Pérez de Vivero, el yerno del señor de Autillo. Y se enteró por su hermano el doctor Agustín Cazalla, que cuando comió en casa del conde de Osorno dijo en la mesa un cuñado de doña Juana que en Valladolid había luteranos, y que lo había denunciado doña Juana su cuñada68. Después de esta comida el doctor Agustín Cazalla le preguntó a su hermano Pedro si sabía por quién lo decían, y él le dijo que por su hermano Francisco, que aún permanecía en Pedrosa. Y que su cuñada Juana de Silva, la esposa de Juan de Vivero, le había dado unas joyas a Francisco, porque éste se lo pidió, que eran una imagen de san Jerónimo de oro, dos puntas de oro, un barrilejo de oro, unas cuentas de oro y unos extremos de oro, y que aquello todo dio este confesante don Francisco a Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo, para que se lo devolviese a doña Juana ( 61vº, foto 128 en PARES) 

0 Imagen, Imagen 

En rojo donde se dice que le entregó las joyas de su cuñada doña Juana al señor de Autillo, Jerónimo de Reinoso, para que se las devolviese en su nombre 

 

  • Juana de Silva, esposa de Juan de Vivero, de 35 a 40 años. Dijo que la medalla de oro podía pesar hasta 7 ducados. El rosario de corales con extremos de oro, que podía pesar cada uno 4 reales, con un branquino y una imaginita de oro, que pesaría todo 12 ducados (foto 159). 

 

  • Bachiller Antonio de Herrezuelo, vecino de Toro, de 45 años. Dijo que Padilla iba mucho a Toro a la casa del marqués de Alcañices porque estaba a cargo de sus hermanos. Y fue él quien primero trató estos temas y Herrezuelo estuvo al principio a punto de denunciarle. 

 

 

 

EL FINAL DE LAS DOS HERMANAS 

En palabras de Gonzalo de Illescas (1521-1574), historiador natural de Dueñas y testigo de la ejecución de las monjas de Belén: en el quemadero del Campo Grande, estuvieron ardiendo durante horas, hasta la caída de la tarde, los cuerpos de las monjas de Belén, que a todos parecieron <<bien mozas y hermosas>>. 

Después de este momento doña Francisca desaparece de cualquier tipo de documentación, con muy pocas excepciones. Según Schäfer en 1563 se les rebajó su pena a las tres monjas reconciliadas que quedaron vivas dentro del convento, el 1 de abril se les liberó por fin de la pena de llevar el sambenito perpetuo; y en el año 1567 recuperaron su condición de monjas, ya que habían sido degradadas a novicias, y 1-6-1577 recuperaron el voto activo dentro del convento. Ese día también se autorizó a doña Felipa de Heredia a regresar del convento de Santa Colomba al de Belén. 

En el inventario de bienes de doña Antonia de la Cuadra, esposa Pedro de Reinoso, hermano de las monjas y señor de Autillo, fallecida en Autillo en 1572, y cuya partición de bienes se hizo en 1577, se halló un documento de perdón de las monjas del monasterio de Belén69. 

En el libro conjunto de Esteban y González, aparece en 1587 doña Francisca de Zúñiga en una lista de monjas del convento. Poco o nada más se volvió a saber de ella, salvo que su hermana mayor  Inés de Reinoso, esposa de don Gonzalo Pérez de Vivero, a su muerte en 1595 le dejó 20 ducados. Y por último el obispo de Córdoba, don Francisco de Reinoso, nos dice en su testamento redactado en Córdoba el 28-6-1601, que su hermana doña Francisca de Zúñiga aún seguía viva en este año, que era monja de Belén de Valladolid, y a la que le mandaba 100 ducados para sus necesidades70. 

 

 

 

PROCESO CONTRA CONSTANZA ORTIZ (1524), MADRE DE LEONOR DE VIVERO 

 

Incluimos este proceso de la abuela de los Cazalla-Pérez de Vivero en este trabajo, por su indudable interés, por su riqueza de datos, y sobre todo porque cita a los miembros de esta familia de hermanos en su etapa de la niñez y adolescencia, y los problemas con la Inquisición por los que pasaron su madre Leonor y su abuela Constanza. Llama la atención que en las declaraciones de esta familia cuando se le pregunta si son descendientes de cristianos viejos, responden que por tales se tenían. También es curioso que aunque su abuela fue absuelta de ser judaizante a título póstumo, su proceso se utilizó precisamente en su contra, como prueba del origen judío de la familia Cazalla-Pérez de Vivero en 1559. 

Más o menos en torno a un 20 % del total de los condenados en los dos autos de fe del año 1559 eran descendientes de judeoconversos. Esa cifra es altísima y no pasó desapercibida por los jueces inquisidores, que establecieron una relación entre ellos y las nuevas ideas heréticas. Poder establecer la relación entre los orígenes familiares judaicos y las ideas luteranas, fue desde el punto de vista de aquella época y aquella sociedad, una sólida prueba más para condenar a un acusado. Por eso tras la edad se les preguntaba si descendían de cristianos viejos o no. A esta pregunta solían mentir los interrogados, por lo que tenían que ser los inquisidores quienes aportasen tal prueba o no. Para la Inquisición tener antepasados judíos era una prueba de que la religión católica nunca había arraigado en los corazones de los acusados de luteranismo. 

Para entender por qué los descendientes de judíos están tan asociados, de esa forma tan sincera y hasta fanática, a las ideas cristianas en sus ramas erasmistas o luteranas, tenemos que entender la psicología colectiva de este grupo. Sus familias hacía poco, setenta años, que habían sido forzados a elegir entre seguir siendo judíos y abandonar el país, o convertirse al catolicismo para no dejar sus casas. Los que eligieron quedarse y convertirse al catolicismo, más sus hijos y nietos, siempre vivieron bajo la sospecha de no ser buenos y auténticos cristianos, y de seguir practicando en secreto, en la intimidad de sus casas, los ritos de sus antepasados. Muchos de los conversos de segunda o tercera generación adoptaron el cristianismo de corazón, pero nunca olvidaron sus orígenes judaicos, entre otras razones porque sus vecinos cristianos se lo recordaban a cada instante, y observaban y fiscalizaban con lupa sus costumbres, si iban a misa o no, o si compraban carne de cerdo o no. 

En ese ambiente socialmente opresivo, los descendientes de conversos que decidieron adoptar el cristianismo de forma sincera en sus corazones, lo hicieron con una fe exaltada, con la fe del converso. Aceptaron del catolicismo una idea común con el judaísmo, la existencia de un Dios único para todos, pero rechazaban o entendían como innecesarios los complejos rituales católicos, ajenos por completo a su tradición. Por tanto la propuesta de una nueva religión desprovista de ritualismos católicos y de santos, más interior, más espiritualista, más sincera y personal, les sonó como música a sus oídos. 

La familia Cazalla-Pérez de Vivero es un buen ejemplo de esto que decimos. La familia de santa Teresa de Jesús es otro caso bien estudiado y conocido. Estos Cazalla-Pérez de Vivero, descendientes de judíos por parte de padre y madre, tuvieron una niñez y adolescencia marcada por el rechazo y la denuncia de los cristianos viejos que los rodeaban. Nacieron y crecieron, como veremos, oyendo la palabra Inquisición y judaizante todos los días de su vida. Cuando se decían católicos, tenían que decírselo a ellos mismos y a los demás más alto y más fuerte que nadie. Los hermanos mayores de esta familia ya tenían entre 15 y 20 años cuando denunciaron a su abuela a título póstumo. Una abuela que recordaban perfectamente cuando murió en 1524, cuando tenían entre 8 y 14 años. Ahora veremos a continuación la dureza de condiciones sociales en la que crecieron y se endurecieron, ellos y su madre doña Leonor Pérez de Vivero. A esto se añade la persecución y cárcel que vivió la familia en Valladolid durante la guerra de las Comunidades, por ser fieles al emperador. 

0 Imagen, Imagen 

Portada del proceso contra doña Constanza Ortiz, mujer de Juan de Vivero (viuda) 

 

Si nos fijamos en la portada dice textualmente: <<sáquese aquí su confesión en que confiesa ceremonias judaicas. Esta es abuela del doctor Cazalla y de sus hermanos>>. 

 

Juan de Vivero y Constanza Ortiz tuvieron dos hijos: Alonso Pérez de Vivero, clérigo de la diócesis de Palencia y Leonor de Vivero, mujer de Pedro Cazalla. 

El proceso comenzó el 23-10-1529. Se produjo en defensa de la memoria de Constanza Ortiz, acusada de prácticas judaicas. Estaba en juego no solo la buena fama como cristiana de la finada, sino el secuestro de sus bienes, y que fuesen desenterrados o no sus huesos, quemados y puestos fuera de lugar sagrado, alejados de los cristianos, y quemada su estatua. Puesto que ella había decidido voluntariamente apartarse de la Iglesia Católica, sus huesos reducidos a cenizas tampoco tendrían derecho a compartir un espacio común con los cristianos. 

La acusación decía que doña Constanza Ortiz, so nombre y hábito de cristiana, gozando de todos los beneficios de serlo, había hereticado y practicado los ritos de la ley de Moisés. Concretamente que cuando compraba pierna de carnero en la carnicería, la hacía abrir a los criados por el medio y con un cuchillo que sacaba de la vaina, le sacaba de landrecilla. También que doña Constanza ya había sido relapsa por reincidir en sus delitos de herejía. Sus antiguos criados dijeron que purgaba la carne y la desvenaba con un cuchillo y mandaba a otra persona que la desangrase antes de echarla a cocer, y no echaba tocino en la olla, como los judíos lo solían hacer. Y a la hora de amasar pan cogía un pellizco de masa del tamaño de una nuez, y lo echaba al fuego para que se consumiese, como hacían los judíos71. Se la acusó también de haber sido ficta y simulada, cuando la Iglesia aceptó su confesión en tiempo de gracia, y volvió a recaer en sus creencias. 

Los dos hijos de doña Constanza Ortiz alegaron que su madre fue siempre una buena cristiana y que los que la acusaron lo hicieron por venganza contra ella. Y que nunca sacó la landrecilla de la carne ni la purgó, y si alguna vez lo hizo fue por limpiarla. También que solía echar tocino a la olla, y si alguna vez dejó de echarlo fue porque estaba enferma o se lo mandaron los médicos. Tampoco fue cierto que echase la pellica de masa al fuego como hacían los judíos, y si algo de eso hubiese hecho, ya lo había confesado en tiempo de gracia y penitenciada, y hubo sentencia sobre ello, por lo que sería ya cosa juzgada. Y si cometió herejía fue en todo caso antes de ser condenada y penitenciada. Efectivamente había hecho probanza en Valladolid el 24-3-1526 contra doña Constanza Ortiz. En 1526 testificaron contra ella: 

  • María de Lasarte, hija de Bernaldino de Lasarte, 24 años. Criada que ahora es de las hijas de Villafranca, que viven cabe San Miguel. Que vivió medio año con doña Constanza, mujer que fue de Juan de Vivero, y que hacía año y medio que dejó de vivir con ella. Y que en esos seis meses le vio sacar de la pierna de cordero la landrecilla, una mollejita blanquilla, unas siete u ocho veces. Y que cada vez que traía carne de la carnicería ella le mandaba quitar la gordura porque decía que le sentaba mal. Además le mandaba lavar la carne en agua cuatro o cinco veces y la raspaba mucho. Y que con su hijo el cura Alonso Pérez de Vivero, hacía una olla aparte para él y para ella, donde no se echaba tocino. También vivió en esa casa mucho tiempo su hermana María de Lasarte, que ahora vive con Cristóbal de Saldaña. Y citó como testigo de lo que decía a Marinica, que ahora estaba en casa de su hijo Cazalla. También dijo esta testigo que sabía que era conversa reconciliada. Sobre la pellica de masa de pan que echaba al fuego en la hornacha, dijo que se lo había visto hacer a las moras. El 3-1-1530 se ratificó en su declaración, incluso añadió otra de las cosas que recordaba, y era que cuando le decía su señora algo que le parecía bien, ella exclamaba <bendito sea el criador!>>. Y que cuando quería rezar algunas veces por la noche, le metía una vela en la cámara, y ella cerraba las puertas y tardaba una hora, y a veces hasta dos horas, y le pedía una vela a Marinica. Y que don Pedro Cazalla tenía unas criadas o esclavas negras en casa que decían a esta testigo que su ama era una judía, y que por amor a su yerno no la habían quemado, pero no recordaba sus nombres. 

 

  • María de Lasarte, hermana de la anterior, declaró el 23-4-1526, de más de 25 años, esposa de Martín de Taramones, que ahora vivía en casa de Cristóbal de Saldaña. Dijo que había vivido en casa de doña Constanza Ortiz durante tres años. Cuando le preguntaron si su ama solía vestir camisas limpias más los sábados que los otros días de la semana, ella respondió que no. Dijo que hacía año y medio que salió de esa casa, justo ocho días antes de que falleciese doña Constanza. De esta declaración se deduce que doña Constanza debió fallecer hacia finales del año 1524. Cuando le preguntaron si quería mal a doña Constanza, dijo que no, que había hecho cosas buenas por ella. Se ratificó en su declaración el 5-1-1530. 

 

  • Marina de San Millán, hija de Juan de San Millán, vecino de Ávalos, más allá de Logroño, testificó el 14-4-1526, de 19 o 20 años, criada del licenciado Burgos que vive en la calle Teresa Gil. Dijo que vivió con doña Constanza durante seis años. Dijo que en este tiempo vio quemar el pellizco de masa y limpiar la carne, pero que no recuerda verla hacer ritos o ceremonias. Se ratificó en Peñafiel  el 27-3-1530. 

 

  • Un testigo jurado anónimo declaró en marzo de 1526. Dijo exactamente lo mismo que la primera testigo, Martina de Lasarte. Otros dos testigos anónimos dijeron lo mismo. 

 

 

 

TACHAS 

El 24-3-1530 los dos hijos de doña Constanza presentaron sus testigos de abono por su parte. En el interrogatorio de tachas opuestas por estos hijos de doña Constanza, se hicieron una serie de preguntas, que en realidad son auténticas acusaciones contra los posibles testigos que se habrían presentado contra su madre. Por tanto, como las acusaciones en la Inquisición eran anónimas, don Pedro Cazalla y doña Leonor hicieron una lista de sus enemigos, por si alguno de ellos les hubiese denunciado, e invalidar así en alguna medida su testimonio: 

  • Preguntaron si conocían a Antonio de San Francisco, vecino que fue de Valladolid, y a sus hijos Lope López y Leonor López. Y si saben que desde hacía unos ocho años eran enemigos capitales de doña Constanza, de sus hijos y de su yerno, por culpa de una pared colindante en la casa donde ahora vive el hijo de doña Constanza. Y si en el tiempo de las Comunidades, siendo sus vecinos muy comuneros, trataron muchas veces de coger la llave de las arcas de don Pedro Cazalla y doña Leonor, para quitarles el dinero, alegando que eran traidores a la causa comunera y partidarios de los gobernadores, y los tuvo presos el alcalde Zárate para ajusticiar. Se les preguntó si sabían que Antonio y sus hijos eran personas viles, infames, pobres, vengativos, levantadores de falsos testimonios, y de muy malas y retorcidas conciencias. 

  • Que si saben que el dicho Lope López un día había derribado a la fuerza, con otros hombres, una pared de la casa del hijo de doña Constanza, y estuvo a punto de derribar su casa o la mayor parte de ella, lo que causó un pleito entre ambos. Y si saben que en el pleito falseó una escritura, cambiando una por otra, por lo que le dieron cien azotes públicamente por las calles de Valladolid, y que desde entonces eran enemigos de sus parientes hasta en cuarto grado, y de su abogado el doctor Diego Díez, y de sus amigos como lo era Bartolomé Sánchez de Soria. Y que si saben que Catalina de Medina la Gabarra; y Lucía Rodríguez, su hija; y Teresa de Mata y María, criada de la dicha Leonor López; y Bartolomé de la Peña, los cuales todos son parientes o criados de Antonio de San Francisco. 

  • Si conocen a Diego Rato, escribano de número de Valladolid, gran amigo de Lope, que fue quien escribió y firmó la escritura falsa que presentó Lope López en el pleito, y que por eso fue a la cárcel. 

  • Si conocen a (espacio en blanco) de Rabanal, mujer que fue de Francisco Mudarra, que hacía ocho años que tuvo mucho odio y enemistad contra Constanza, sus hijos y yerno, en tiempo de las alteraciones de Comunidad, porque era muy comunera y apasionada de las cosas de Comunidad, y decía que el hermano de doña Leonor Pérez de Vivero metía en Valladolid cartas de los gobernadores y les daba avisos, y que por tanto los dos hijos y el yerno eran traidores y pedía a voces que los matasen. 

  • Si conocen a Juan de Marbilla y su mujer, y si saben que fueron comuneros muy apasionados, y por eso le hacían a los hijos de doña Leonor todo el mal que podían, y aconsejaban a los criados de doña Constanza que se despidiesen de sus casas, y que como eran traidores no comiesen su pan. 

  • Si conocen a Martina de Lasarte, hija legítima del difunto Bernardino de Lasarte, procurador que fue de la Chancillería, que fue criada de doña Constanza dos meses, y que una noche metió secretamente a un hombre en su casa, y que por ello la reprendió severamente, y que con gran enojo y saña la echó de su casa, diciéndole que se fuese para mala mujer, y que no quería putas en su casa. Y que saben si era parlera, pobre, de mala conciencia y nieta de Juan ¿Hernández? de Bilbao, vecino de Vitoria y condenado por la Inquisición, y que si saben que muchas veces dijo que se habrá de vengar de doña Constanza, de sus hijos y nietos. 

  • Si conocen a María de Lasarte, hija bastarda de Bernardino de Lasarte, criada de doña Constanza, y que un vio sorprendió tras un horno a un hombre criado de don ¿García? de Padilla, que posaba en casa de su yerno don Pedro de Cazalla, y que por eso la reprendió severamente y la echó de casa por mala mujer, y se diciendo a voces que así viese a sus nietas andar por las calles a sus nietas como ella iba. Y a los pocos días de salir de esa casa parió un hijo del dicho hombre, y desde entonces siempre hablaba muy mal de ella. 

  • Si conocen a Ana de Vega, natural de Ávila, criada que fue de Pedro de Cazalla y doña Leonor Pérez de Vivero y que viviendo con ellos tuvo quehacer con un criado de esa casa y se empreñó de él, y la echaron de casa hacía unos seis años. Y que la tenían por vengativa, baja, pobre e infame, de poca manera, mentirosa, parlera, testimonera y de mala y rota conciencia. 

  • Si conocen a María de San Francisco, esclava que fue de Pedro de Cazalla y Leonor Pérez de Vivero, que cuando era mora se llamaba Zara, madre de Juanillo. Y que estuvieron también mucho tiempo en casa de doña Constanza Ortiz. Y en aquel tiempo doña Constanza les castigaba a ambos por ser muy malos y muy sucios, y les pegó y mandó pegar muchas veces cruelmente, como esclavos moros que eran. Y que ella la odiaba por eso y no quería ser cristiana ni consentía que lo fuese su hijo. Por lo que doña Constanza lo bautizó sin saberlo su madre, y cuando lo supo su madre a los pocos días, le tomó aún mayor enemistad y odio capital, y más cuando en el testamento doña Constanza no les había dejado nada. 

  • Si conocen a Marinica, criada mora de doña Constanza, y si saben que era muy sucia, golosa, ladrona, y que por eso la mandó azotar muchas veces, por lo que Marinica hablaba muy mal de su señora. Y que cuando falleció hurtó muchas cosas de su casa y las escondió en casa de María de Burgos, vecina de doña Constanza. Y cuando se enteró de eso doña Leonor Pérez de Vivero, le dio muchos azotes, por lo que se fue muy airada. 

  • Si conocen a María de Burgos, encubridora de los hurtos de Marinica. A la que se denunció hacía unos seis años (en 1524) y se pudieron recuperar algunas cosas y otras no. 

  • Si conocen a (espacio en blanco), mujer que fue de Diego de Aranda, zapatero, y que fue ama de cría de una hija de doña Leonor de Vivero, y porque le dio de mamar tres o cuatro meses de leche, cuando ya estaba de nuevo preñada, la dicha criatura estuvo muy mala y cercana a la muerte. Y como estaba preñada y lo había encubierto, doña Constanza y su hija Leonor la riñeron mucho y la maltrataron y echaron de casa. Por esta razón les cogió a las dos gran odio. 

El 18-3-1532 se leyó a los dos hijos de doña Constanza Ortiz la sentencia absolutoria a favor de la memoria de su madre, con tres votos unánimes de los jueces a su favor. 

 

 

 

EL RETABLO DE LA VIRGEN DEL CASTILLO EN AUTILLO Y LOS SUCESOS DE 1559 

 

En el estudio que hicimos sobre las Ordenanzas Municipales de Autillo de 1521 y 1559, vimos que este último año fue un año de zozobra para don Jerónimo de Reinoso, señor de Autillo. Se enfrentó judicialmente contra medio pueblo, y encarceló a muchos de sus vecinos y miembros del concejo por habérsele enfrentado por el asunto de las Ordenanzas que impuso a sus vasallos. Todo ello coincidiendo en el tiempo con la detención de su familia política en abril de 1558, y la de sus dos hijas monjas a comienzos de 1559, más la exhumación de los huesos de su consuegra y ejecución en la hoguera de muchos de sus hijos en mayo de ese año.  

Es cierto que ya en 1556 estaba embarcado en el comienzo de la construcción de la actual torre de la iglesia, cuya obra pronto se paralizó a la mitad de su construcción por serias desavenencias con los canteros que la estaban construyendo. Pero siempre nos sorprendió que solo medio año más tarde del auto de fe que condenó a sus dos hijas, tuviese anímicamente el valor y las ganas de construir un retablo nuevo para el altar de su ermita de Nuestra Señora del Castillo, propiedad de los señores de Autillo y su mayorazgo72.  

El caso es que el 23-5-1560 don Jerónimo se concertó con un pintor y dorador vallisoletano, Diego Pérez, para que le hiciese un retablo de 13 pies de alto y 9 pies de ancho (3,62 x 2,5 metros). Ese mismo día le adelantó 300 reales por su futuro trabajo73. Algo extraño sucedió, porque el 9-7-1560 se concertó con el entallador palentino Jerónimo de Amberes, que aparece en los documentos solo como tasador de obras ajenas, y del que se desconoce que tuviese obra propia74Este hecho de ser una obra única de un artista, es otra de las muchas singularidades de la historia de Autillo de Campos. Esta vez le encargó un retablo un poco más grande que el anterior, de 18x12 pies (5 x 3,3 metros). El actual retablo mide 15 x 10,5 pies (4,3 x 2,94 metros), por tanto se quedó en el tamaño medio justo de los dos proyectos. En el contrato se especificó que el retablo se hiciese a lo romano (estilo renacentista plateresco imperante en ese momento), con tres cajas para imágenes y una escena de la coronación en lo alto. La obra se tasó en 260 ducados tras algunas desavenencias entre el señor de Autillo y Jerónimo de Amberes, junto a su suegro el entallador Pedro de Flandes. 

En el resultado final, el retablo actual, vemos que hay unas pequeñas modificaciones respecto a la idea original. Solo se hizo una hornacina en lugar de las tres previstas, se redujeron un poco las medidas previstas, y el cuadro principal que iba a rematar por lo alto el retablo, que era la coronación de la virgen,  ahora va  a estar en la parte inferior izquierda. La idea principal y original que era una exaltación triunfal de la virgen con su coronación, pasó a ser la de un calvario. 

0 Imagen, Imagen 

Foto: Judit Asensio. Retablo de la Virgen del Castillo en Autillo de Campos. Las escenas de la virgen se distribuyen en forma de “X” empezando por la parte inferior derecha. Primero la Anunciación, luego la Visitación, el Nacimiento, la Asunción con la Coronación, y arriba del todo el Calvario. En el centro la Predicación del Bautista ante Herodes, obra de un pintor anterior y más esmerado. 

 

En principio la distribución de las escenas y de los cuadros no debería llamar especialmente la atención, pero si lo vemos con la perspectiva del año concreto en que se encargó, justo medio año después de la condena de sus hijas en el auto de fe, nos podría a llevar a especular, nada más que como en un ejercicio de imaginación, en las causas ocultas o profundas para hacer la elección de la iconografía y su distribución.  

Nada es casual en el arte y todo tiene una explicación. Cuando se hace un trabajo de este tipo que duró cuatro años, tanto el artista como los donantes tienen mucho tiempo para plasmar sus mensajes y razones en la obra, y hacer sobre la marcha las explicaciones y rectificaciones oportunas, en definitiva las causas veladas y hasta psicológicas que hay detrás de una decisión. En ese sentido yo propongo como elemento de reflexión, no vinculante en absoluto, y aún a riesgo de estar totalmente equivocado, una explicación que se me ocurre para esta distribución de escenas. 

Por lo pronto llama la atención la escena de la Predicación ante Herodes, que no tiene nada que ver con el resto de cuadros que son todas escenas de la vida de la Virgen María. El profesor Jesús Urrea relaciona este cuadro con el entorno del maestro de Becerril. Por tanto es evidente que Jerónimo de Reinoso quiso aprovechar este cuadro, un poco más antiguo, y encajarlo en el nuevo retablo con escenas de la vida de la Virgen. Por tanto las dimensiones de los nuevos cuadros estaban muy condicionados al tamaño del cuadro de la Predicación. 

Jerónimo de Reinoso, padre de las dos monjas, no se quiso gastar una cantidad desmesurada para el retablo de su ermita familiar, y tampoco contrató a los mejores artistas del momento. El pintor de las escenas marianas se ve que no es un gran especialista en su materia. Más mérito tiene el pintor de la escena de Herodes, y por eso Reinoso reutiliza un cuadro anterior, de ahí que no tenga nada que ver con el resto de escenas pintadas del retablo. 

Si nos fijamos en el encargo original (y ahí entramos en la parte especulativa, no vinculante en absoluto de nuestra explicación), Jerónimo de Reinoso había pensado en principio que fuera una exaltación de la Virgen con su coronación final. Mi hipótesis es que quería dejar claro su vinculación al dogma de la Virgen, frente al luteranismo que lo cuestionaba, que le había costado la vida a la menor de sus hijas, el silencio y sambenito perpetuo para la otra. Que pusiese su énfasis en que la virgen apareciese coronada, serviría para enfatizar su lealtad a la corona, pues en esta época ser luterano era una forma de rebeldía o traición contra la corona y el rey. Por tanto este retablo, según nuestra hipótesis especulativa, e insistimos no vinculante en absoluto, llevaba un mensaje político de lealtad al rey y a la Iglesia Católica, frente a las desviaciones religiosas del momento, de las que se quiere desvincular, no sabemos si de forma sincera o impostada. En este contexto histórico de 1560, hemos visto infinidad de veces en los procesos inquisitoriales, la dificultad de distinguir entre la realidad de los pensamientos, y el fingimiento obligado de los mismos. 

Que ponga ese cuadro del Bautista y de Herodes, descontextualizado de la vida de la Virgen María, y en el centro del retablo que encargó, podría obedecer al deseo de Reinoso de reutilizar una tabla pintada de un poco más de valor que el resto de cuadros de temática mariana, o también a su intención de resaltar el martirio de un inocente, como San Juan el bautista, por decir lo que pensaba ante el rey. De forma que también pudo protestar por la condena a sus dos hijas y de paso la de su familia política. Personalmente resalto que en este caso se podrían aunar ambas posibilidades, sin que necesariamente una excluya a la otra. 

Insistimos, la distribución de escenas del retablo en un contexto histórico normal, no tendría que llevar a mayores disquisiciones sobre las razones de su colocación. Pero en este contexto, a solo medio año del último auto de fe de Valladolid del 8 de octubre de 1556, nos hace pensar en que podría haber una intencionalidad, que quizás en su momento no pasaría desapercibida para muchos de sus coetáneos, y mucho menos para quien encargó la obra, que en un principio pretendió ensalzar la figura de la Virgen pero que estuviese coronada. 

En cualquier caso, es un tema sobre el que mejor opinarán los especialistas en Arte, a quienes me remito, pero a quienes advierto que se tenga muy en cuenta el contexto histórico nacional, familiar y muy personal en el que se produjo el encargo. Tampoco deberían olvidar el curioso hecho de que en la iglesia de Autillo, en su presbiterio en el lado del evangelio, aparece el nombre de Gonzalo Pérez de Vivero, hijo y hermano de los herejes vallisoletanos condenados en los autos de fe de mayo y octubre de 1559. Por tanto, la iglesia de Autillo conservaría dos recuerdos de un suceso histórico que conmovió a España y a Europa, del que se ha hablado y escrito mucho, y del que se seguirá hablando, y si no hay aún una película sobre el tema es porque los costes de una  superproducción cinematográfica, ambientado en esta época, serían difícilmente asumibles por un productor español. Afortunadamente tenemos una gran obra literaria de Delibes que habla sobre ello, y una gran ciudad como Valladolid, que no pierde la oportunidad de recordar estos hechos en sus calles. 

0 Imagen, Imagen 

Cuadro central y destacado de la Predicación de san Juan ante Herodes, que según el profesor Jesús Urrea recuerda a los cuadros del denominado maestro de Becerril, pueblo que está a 16 km de Autillo de Campos 

0 Imagen, Imagen 

Escena de la Virgen Coronada que en un principio estuvo pensada para ocupar el lugar más destacado del retablo 

0 Imagen, Imagen 

Escena de la Visitación 

0 Imagen, Imagen 

Inscripción en el presbiterio de la iglesia de Autillo de Campos, mandada construir por el hermano de las dos monjas de Belén, Francisco el obispo de Córdoba, con ayuda económica de Gonzalo Pérez de Vivero, hijo de Gonzalo, sobrino de todos los Cazalla-Pérez de Vivero de Valladolid. Durante siglos esta inscripción con este nombre han pasado desapercibidos, y seguramente será el único vestigio original en piedra que quede de esta familia vallisoletana 

0 Imagen, Imagen 

En rojo el nombre de Gonzalo Pérez de Vivero, hermano del doctor Cazalla, uno de los pocos supervivientes de la familia Cazalla-Pérez de Vivero, en proceso de convertirse al luteranismo según don Carlos de Seso. En amarillo el nombre de su esposa Inés de Reinoso, hermana mayor de las dos monjas del convento de Belén 

 

 

Granada, a 22 de mayo de 2025 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario