24 de septiembre de 2021

Conferencia Isaac Rilova en el acto Hermanamiento Villaldemiro y Autillo de Campos. 18-09-2021




ACTO DE HERMANAMIENTO DE AUTILLO DE CAMPOS Y VILLALDEMIRO. (Villaldemiro, 18 de septiembre de 2021). Conferencia

Isaac Rilova Pérez. Doctor en Geografía e Historia. UNED
Académico Secretario Gral. de la Real Academia Burgense
de Historia y Bellas Artes Institución Fernán González.



Muy buenos días, Srs. Alcaldes de Autillo de Campos, don Ángel Castro, y de Villaldemiro, (D. Facundo Castro del Cerro), señores Concejales, Excmo. Sr. Magistrado D. Julián Sánchez, querido director, querido Enrique, amigos todos de esta apreciada localidad que ya siento como mía. Voy a ser breve, apenas quince minutos, por imperativo del tiempo estimado en el programa.

En Autillo de Campos mi antecesor en este acto de hermanamiento, el profesor don Félix Martínez, se referiría, como es lógico, a la cesión del trono por parte de doña Berenguela a su hijo Fernando III, que quedó proclamado en Autillo de Campos rey de Castilla y de León, consiguiendo por primera vez en la Historia la unión de ambos reinos en el año 1230.

En consecuencia, me corresponde hablar de su hijo, el rey Alfonso X y de su ayo o tutor, el mayordomo real García Fernández de Villamayor, entre otros personajes y hechos de especial relevancia referidos a Villaldemiro.

Haciendo un breve resumen de la biografía de Alfonso X habrá que decir que nació en Toledo, el 23 de noviembre de 1221, con lo cual en este año celebramos, como con la catedral de Burgos, su VIII Centenario. Pues bien, apenas nacido, el primogénito de los reyes fue confiado a una nodriza, cuyo nombre Urraca Pérez conocemos a través de un diploma de Fernando III.

Habrá que explicar que el recurso a un ama de crianza podía estar motivado por razones físicas, como en el caso de producción insuficiente de leche, o sociales, como librarse de una tarea percibida como inadecuada para las clases superiores (como ha ocurrido en España en las familias reales), ya que la profesionalización de la lactancia permitía a la madre dedicarse a otras ocupaciones y abreviar el período entre embarazos (puesto que el sistema endocrino inhibe normalmente la concepción mientras la madre está amamantando).

Estas mujeres, durante el tiempo que prestaban sus servicios, gozaban de una protección legal específica, y durante el tiempo que estaban empleadas en las labores de cría (entre dos y medio y tres años), recibían un salario de las arcas reales; y una vez acabada su función obtenían por ley el título de Doña y el privilegio de Hidalguía para su esposo y descendencia.

Hay que tener presente, además, que la Corte Real era en aquellos tiempos itinerante, viajaba constantemente por toda Castilla, y no era conveniente que el infante estuviera sometido a largos desplazamientos.

La siguiente fase, sería depositar la crianza y la educación del hijo primogénito, del heredero, en manos de un ayo o tutor, que generalmente era el mayordomo regio (maiordomus curie regis), importante honor reservado a las principales figuras de la nobleza.

Según la costumbre imperante en la corte sobre la educación de los infantes reales, y posteriormente recogida en las Siete Partidas, García Fernández fue designado como ayo del futuro rey Alfonso X el Sabio.

García Fernández de Villamayor (c.1170-c. 1241) había desarrollado su carrera sobre todo en la corte al servicio de sucesivos monarcas ostentando el cargo de mayordomo real para la reina Leonor, la reina Berenguela y finalmente para el rey Fernando III y junto a su esposa Mayor Arias se encargó, como acabamos de apuntar, de la educación del infante Alfonso, primogénito de Fernando III y futuro rey Alfonso X.

García Fernández, el fundador del linaje de Villamayor es muy probable que fuera natural de la zona de Villaldemiro, si no nacido en el propio lugar, pues así se le identifica en la documentación con el toponímico de “García Fernández de Villaldemiro”. De todas formas, Villamayor y Villadelmiro son localidades situadas a unos veinte kilómetros al sur de Burgos, y es en aquella zona, en torno a las cuencas de los ríos Arlanzón y Arlanza, donde se encontraba el centro de sus posesiones. ​

El infante don Alfonso, a los cuatro meses de su nacimiento, el 21 de marzo de 1222, recibió en la catedral de Burgos el homenaje de todo el reino, siendo trasladado a continuación al hogar de sus tutores en Villaldemiro y en Celada, donde junto a Juan y sus hermanos, hijos de don García y doña Mayor y compañeros de juegos infantiles, transcurrirían los años de la niñez y adolescencia de quien más tarde sería el rey Sabio.

Dos décadas después, don Alfonso recordaría esta época en un documento en el que confesaba que “don Garci Ferrandez e su muger donna Mayor Arias me criaron e me fizieron muchos seruicios e sennaladamiente porque me criaron en Villadelmiro (sic) e en Celada”, manifestándose así el agradecimiento de Alfonso X a sus tutores.

Fray Juan Gil de Zamora, franciscano, maestro en Teología por la Sorbona y “scriptor” o secretario de Alfonso X, con quien colaboró en algunos proyectos literarios -concretamente en la elaboración de la Crónica General y de las Cantigas de Santa María-, afirma que “su infancia transcurrió entre delicias, según corresponde a los hijos de reyes”. Y señala el referido fraile en su elogio: “se mostró (Alfonso) ya desde su adolescencia agudo en ingenio, diligente en el estudio, brillante en memoria, y en lo que se refiere a su exterior, discreto en elocuencia y prócer en elegancia”.

Fue en esos años cuando Alfonso X, por su relación con doña Mayor, mujer perteneciente al poderoso linaje gallego de los Limia, entró en contacto con la lengua gallega, que posteriormente utilizaría en la redacción de las Cantigas de Santa María. ​

Ciertamente, entre las posesiones heredadas de su padre, García Fernández contaba con el monasterio de Villamayor de los Montes, pero la herencia principal radicaba en Villaldemiro, donde también tenía la suya doña Teresa Muñoz, su primera mujer, patrimonio que se fue acrecentando por ambos cónyuges con múltiples compras efectuadas desde principios del siglo XIII.

Su intención de constituir en Villaldemiro el eje central de su patrimonio se manifiesta de manera evidente en las escrituras de compra otorgadas durante esos años y de ahí deriva que don García suscribiera muchas de esas escrituras con el apellido de “Villaldemiro”, localidad donde seguramente habría nacido.

A principios del siglo XIII existía en Villamayor de los Montes un monasterio titulado de San Vicente. Dicho monasterio no era propiamente casa religiosa de varones, sino una simple iglesia rural de clérigos seculares. El monasterio fue comprado por don García, quien lo destinó para una comunidad cisterciense femenina, constituyendo un patrimonio eclesiástico de la exclusiva propiedad de los fundadores y usufructuado por ellos. En consecuencia, la familia de don García y doña Mayor nombraba los clérigos que atendían al monasterio y sobre todo a la abadesa, cargo bien remunerado, que ordinariamente desempeñaba y recibía como dotación hereditaria la más distinguida de sus vástagos que eligiese la vida monástica.

Efectivamente, este noble colocó a su cenobio de Villamayor bajo la dependencia del monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas de Burgos, pero manteniendo su independencia jurídica y patrimonial. Del archivo de este monasterio es de donde proceden gran parte de los datos conocidos sobre García Fernández: unos sesenta documentos referidos directamente a él o a su esposa doña Mayor Arias.

Siete hijos tuvieron don García y doña Mayor que fueron: Juan, Alfonso, Diego, Mencía, Marina, Teresa y Urraca. Los dos primeros serían personajes ilustres en el reinado de Alfonso X; almirante de Castilla, el primero y militar el segundo, y algunas de sus hermanas abadesas del referido monasterio familiar.

En cuanto al Rey Sabio, diremos como casó en 1240 con Violante de Aragón, hija de Jaime I el Batallador y que tuvo numerosos hijos, entre los cuales uno que le causó especiales problemas, el futuro Sancho IV. El fallecimiento prematuro en 1275 del hijo primogénito de Alfonso X y heredero al trono, don Fernando de la Cerda cuando se dirigía a hacer frente a una invasión de los benimerines de Marruecos, planteó un conflicto de intereses entre los herederos de don Fernando de la Cerda y el infante don Sancho, segundogénito del rey, de graves consecuencias.

Tampoco acertó don Alfonso en sus aspiraciones a ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que le supuso muchos desvelos y dispendios económicos, de manera que, al referirse a Alfonso X, los manuales de Historia insisten en la vieja idea de que el Rey Sabio fue, como buen intelectual, un mal político, siguiendo en esto la opinión del historiador Padre Mariana quien sentenció el reinado de Alfonso X con aquella conocida frase: Dum coelum considerat observatque astra, terram (Regnum) amisit. [Mientras estudia el cielo y observa los astros, perdió la tierra (el reino)].

Sin embargo no todo fue así. Por el contrario, analizadas de manera global y hasta en su detalle, las actuaciones políticas del monarca, el balance final de su reinado es altamente positivo. Habría que hablar, pues, de una primera parte en su trayectoria política, totalmente indiscutible, en la que los historiadores coinciden, según la cual Alfonso X puso los cimientos, teóricos y prácticos, del Estado Moderno, como hicieron, cada uno en su ámbito y con sus peculiaridades propias, otros monarcas de su época, como Enrique III de Inglaterra o San Luis IX de Francia.

Fundamental, también, fue el carácter renovador de las ideas jurídicas y de la teoría política de Alfonso X, formulado en sus grandes recopilaciones jurídicas: el Fuero Real, el Espéculo y, especialmente, las Siete Partidas, obra esta última fundamental del Derecho medieval y moderno. A estas formulaciones teóricas se añadieron otras de índole práctica, igualmente decisivas como: la puesta en marcha de una hacienda real sobre bases contributivas nuevas; la organización de la Mesta, a través de la cual se cobraban los importantes impuestos ganaderos; la regulación de todo un nuevo sistema aduanero; la incorporación definitiva al fisco regio de nada menos que las dos novenas partes del diezmo eclesiástico; el recurso frecuente a las contribuciones extraordinarias conocidas con el nombre de “servicios de Cortes”, llamados así porque en ellas se aprobaban y se autorizaba su cobro por los representantes de los tres estamentos del reino: nobleza, clero y ciudades.

Igualmente efectivo es el balance de la política repobladora del rey, siendo todavía príncipe, a quien con justo título podría llamarse “el repoblador”, centrada especialmente en Andalucía y en Murcia, es decir, en los territorios conquistados por su padre y por él mismo.

Así, por ejemplo, en 1231 ocupó Jerez de la Frontera; entre 1243 y 1245 conquistó el reino de Murcia y firmó el tratado de Almizra (26 de marzo de 1244) con Jaime I de Aragón, su futuro suegro, que establecía la frontera entre ambos reinos. La llegada a primeros de 1248 del príncipe Alfonso con Diego López de Haro, que venían de la conquista de Murcia con muchos hombres, caballos y milicias, permitió ayudar a su padre, Fernando III y al almirante burgalés Ramón Bonifaz, a estrechar el cerco de Sevilla y a su conquista definitiva.

Tras la toma de Sevilla y haber sido coronado rey, un año después se anexionó en 1253 el reino del Algarve, que en 1263 cedió en usufructo a su nieto Dionisio, heredero del rey de Portugal. Cuatro años más tarde en el Tratado de Badajoz, se fijarían las fronteras entre Castilla y Portugal en el río Guadiana. Finalmente, en 1262, conquista don Alfonso la taifa de Niebla y en 1264 Medina-Sidonia, Lebrija y Cádiz.

Por otra parte, don Alfonso también es reconocido por la obra literaria, científica, histórica y jurídica realizada por su escritorio real. Alfonso X patrocinó, supervisó y, a menudo, participó con su propia escritura y en colaboración con un conjunto de intelectuales latinos, hebreos e islámicos, conocido como la Escuela de Traductores de Toledo, en la composición de una ingente obra literaria que inicia, en buena medida, la prosa en castellano.

Elaboró de su pluma las Cantigas de Santa María y otros versos y realizó así un gran aporte a la lengua culta del momento en la corte del reino, el galaicoportugués, que por su noble autor nos ha perdurado. Escribió la Estoria de España o Primer Crónica General y la General Estoria o Historia Universal, y relacionados con la Astrología, el Lapidario, el Setenario, las Tablas Alfonsíes y el Libro del Saber de Astrología.

Y voy terminando. El enfrentamiento civil que mantuvo con su hijo Sancho -como anteriormente avanzábamos-, se prolongó hasta la muerte de Alfonso X en Sevilla, el 4 de abril de 1284. Antes de morir, en enero de ese año, Alfonso X ratificó el desheredamiento y maldición de su hijo y de toda su descendencia.

Y así concluyó la vida del Rey Sabio en la que Villaldemiro tiene el gran honor de haberlo acogido en sus primeros años y haberlo formado mediante su ilustre tutor, como se ha visto, y dicho esto concluyo ya esta breve disertación con la esperanza de que haya sido de su agrado. Muchas gracias.



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