Cuando yo era un adolescente siempre estaba atento a su llegada porque eso significaba novedades, historias interesantes, cosas nuevas y avances en la investigación del pasado de Autillo. Cuando él venía sentía que llegaba al fin un alma hermana y un maestro con el que poder compartir alguno de sus proyectos.
Manolito nos deleitaba con charlas, y recuerdo una preciosa exposición de fotografías (algunas de ellas que incluimos ahora en nuestro blog) que nos dejó a todos con la boca abierta. De eso ha pasado ya unos 35 años. Manolito supo captar con su cámara la esencia de un mundo que ya en aquel momento había desparecido por completo: la añoranza de los carros abandonados por inútiles en las eras, o la herrumbre silenciosa de unas norias que ya para nada servían en las huertas cercanas al pueblo. Él tenía, como historiador y autillano que no vivía en el pueblo, esa sensación del fuir del tiempo, de su inasibilidad, de esa angustia por los recuerdos y las personas que hemos visto pasar.
Manolito, estas fotos que tú mismo realizaste hace ya muchos años, son el mejor homenaje que te podemos rendir los autillanos que disfrutamos de tu dulzura, tu serenidad, tus impagables charlas y tus homilías, con ese delicado punto historicista que siempre sabías darle al final, con rigor, sin pedantería, sin alharacas, y como Dios manda.
Por Marcial de Castro.