3 de julio de 2015

Las casetas de las eras







Fotos: Julio Prieto y Marcial de Castro
Texto: Paco Vega

LAS CASETAS DE LAS ERAS. Son construcciones de adobe, de base cuadrada o rectangular, con una superficie útil de unos 50 m2 Aprox. delimitadas por cuatro paredes ciegas, salvo el frente, donde se ubica la puerta de acceso. Todas son de una sola planta, con tejado de cierre a dos aguas, rematado con teja árabe.


En su interior, ocupando un rincón solían tener un pozo protegido con brocal y una pilastra con vertedero al exterior de la caseta, donde había un abrevadero para el ganado.

El agua no era potable, pero si servía para el aseo y para fregar los cubiertos.
Yo era el encargado de fregar, pero no había jabón, así que fregaba con arena y estropajo, repitiendo el aclarado varias veces. El estropajo lo sacaba deshaciendo un trozo de soga vieja.

La caseta cumplía la doble función: como almacén para guardar los aperos terminada la campaña del verano y como estancia multiservicio durante la recolección y las labores en la era.

No todas las eras tenían caseta, ni todas las casetas tenían pozo. En las Eras Altas, donde trillaba mi abuelo Tasio, había tres vecinos que si tenían caseta: La de mi tío Isidro, Los Mamis, y Luís el Pavero. y otros dos, que solo tenían la era, sin caseta, estos eran: Manolo y Olegario.

LAS CASETAS DE LAS ERAS Y LOS DUENDES DEL ESTIO

Para mí, el conjunto de las eras con sus casetas, era un sitio muy especial, (me refiero al lugar de las Eras Altas). En mi infancia me parecía un lugar bucólico, algo mágico. o irreal.
También era el punto de encuentro de todo el clan familiar en torno a una merienda campera en las tardes de verano.
Durante la cosecha del cereal, son lugares de trabajo donde reina la armonía, los cánticos y el afán del labrador. Pero son lugares cíclicos, que muestran actividad solo tres meses al año.

Recogida la cosecha las eras quedan vacías y las casetas cerradas.
Durante nueve meses permanecen en silencio, aletargadas, sin recibir ninguna visita, olvidadas e ignoradas por todos.
Con la estación invernal, se acentúa aun más su soledad, cuando las casetas, pintadas de escarcha y nieve, difuminadas por la niebla matutina, se diluyen como trazos de acuarela, perdiendo su identidad. Se mimetizan con el paisaje invernal, hasta permanecer incorpóreas a trijoneras miradas.
En estos días de invierno, cuando las noches se alargan en detrimento del día y la niebla gris plomiza retrasa el amanecer y se opone al astro sol. Las olvidadas casetas quedan envueltas en un halo de misterio. Parece que en su interior guardasen algún secreto. Algo flota en el ambiente, como aviso disuasorio, para que nadie perturbe el absoluto reposo, ni rompa el sortilegio que reina en este lugar.

Puede que en estos meses de letargo, las casetas sean morada, donde habitan y descansan las Musas y los Duendes del estío. Hasta que llegue el buen tiempo y el solsticio de verano, anuncie un nuevo ciclo, y de nuevo las eras y las casetas adquieren protagonismo, en la cosecha del trigo.


Texto: Paco Vega