"PRETENDER": Ir a buscar novia a otro pueblo.
Nos situamos en la década de los años 50. La primera regla que tenía que cumplir el mozo pretendiente era que no podía entrar a la casa de la pretendida. Incluso era frecuente alojarse en la fonda del pueblo de al lado si se venía de muy lejos, e ir en bicicleta a "pretender" al pueblo de la chica. Solo después de muchos meses, podría alojarse en un fonda del mismo pueblo y posteriormente, si el noviazgo iba por buen camino, en casa de algún familiar de la novia.
Los Domingos, después del rutinario paseo por la carretera, hasta el cruce de Fuentes, llegaba la hora del baile. Había dos locales de baile, uno para los obreros y otro para los labradores, uno para los menos pudientes y otro para los mas pudientes. Cada cual ya sabía a que grupo correspondía y no te podías mezclar. La música que se bailaba era la emitida por una pianola, que a golpe de manivela desgranaba machaconamente un máximo de 10 canciones. Las chicas se sentaban en los bancos corridos que estaban alrededor del salón de baile, y eran los chicos quienes sacaban a bailar a las chicas. Había chicas que no se estrenaban en toda la tarde y también chicos que recibían múltiples calabazas. El final del baile era siempre bailando "la jota".
El regreso del pretendiente en bicicleta al pueblo vecino, podía tener sorpresa. Amparándose en la oscuridad, los muchachos del pueblo, celosos de los forasteros que venían a quitarles las novias, solían poner un alambre de lado a lado de la carretera para que el mozo que volvía de regreso a su pueblo, tropezara y se llevara un buen susto, con el consiguiente regocijo de los lugareños.
Relato: Pilar Herrador
